Sé que al volver no se me pondrá el pelo de punta ni me recorrerá un latigazo de estremecimiento por la espalda. Quizá, eso sí, reciba un jarro tibio de nostalgia, de añoranza disuelta en frágiles capas de memoria. He crecido con el cine, en viejas salas y unas cuantas multisalas, antes, durante y después del reproductor de vídeo y de los DVD y las películas descargadas. El viejo cine y el cine viejo me llevan a aquellas salas que ya no existen, pero en las nuevas también he llorado con las películas, o me he enfadado y reído y pasado miedo. Es probable que el regreso al cine lo haga con mi hijo, a quien esto de encerrarse un rato en una sala a oscuras con la única luz que nace de una pantalla gigante le gustaba hasta hace unos meses. Las aventuras de un conejo travieso, o de un oso sensible, un solitario hombre en mitad de la naturaleza, una familia de superhéroes o juguetes que son amigos eternos. Sí, tengo muchas ganas de ver una película, la que sea, en el cine. Por los tiempos en los que creía, iluso, que me llegaría la hora sentado en una butaca.
jueves, junio 11, 2020
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