Hace un mes, el pasado 21 de abril, debería haber estado en un teatro, en primera fila delante de uno de mis músicos preferidos. Aquel concierto no se celebró, ya sabemos todos por qué razón, y no me atrevo a soñar con que alguna vez vuelva a programarse y yo me ponga de nuevo en marcha hacia el teatro de la ciudad que aquel músico que tanto me gusta iba a visitar.
Desde antes de aquella fecha, ahora, y en los próximos meses, han sido muchos los conciertos cancelados, los espectáculos, actos y encuentros pospuestos o para siempre suspendidos. Me pregunto cuándo podré asistir a un concierto, a uno de esos espectáculos. Y me pregunto también cuándo y cómo un músico y un artista podrá sentir otra vez la fiebre de compartir su trabajo enfrente del público, a viva voz y en carne y hueso, cuándo ganarse la vida con el don de su creación.
Mi historial guarda unos cuantos conciertos, más que unos cuantos, y me siento afortunado por haber disfrutado en persona de la música de un gran número de mis artistas favoritos. Sí. Pero quiero más. Quiero más. Y espero, espero, por el bien y el placer de quienes están sobre un escenario, que no tarden en llegar.