Estas cosas no van conmigo, pero he hecho un esfuerzo. En etapas, a ratos, le he dedicado tiempo al tributo a Joaquín Sabina, el más reciente que ha parido la escena nacional: casi 40 músicos españoles (y algún latinoamericano) se han metido en el pellejo de Sabina para entrar en sus canciones y darles otra voz, otro eco, un sentido nuevo o paralelo al de su concepción original. Han mostrado su forma de rendir honor y amor, aprecio o distancia. Debo decir que Sabina me importa poco; nunca he sentido ni cercanía ni simpatía por su universo y la riqueza de sus letras no me ha proporcionado canciones que merezca guardar.
Tras leer un artículo reciente sobre la complejidad de reinterpretar el cancionero de Sabina, me ha despertado la curiosidad por saber quién había estado a buena altura y quién se había despeñado, quién se entregaba con rigor y quién pasaba por allí para salir en la foto. Son muchas las versiones, destacaré lo mal que me suenan Amaral y Manolo García (Con la frente marchita), Robe (Calle Melancolía), Pablo López (Quién me ha robado el mes de abril) y Funambulista e Ismael Serrano (Eclipse de mar); o lo bien que me han parecido Leiva (El caso de la rubia platino), Manuel Carrasco (La canción más hermosa del mundo), Los Rodríguez (Princesa) y Mikel Erentxun y Rufus T. Firefly (Lo niego todo). El resto, en tierra de nadie. Como Sabina.
lunes, enero 27, 2020
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