Añoro las grandes canciones que una vez compuso David Gray. Me aparecen a una distancia más lejana de lo que en realidad están: tanto como 1993 (Shine o Birds without wings en su álbum de debut); o 1999 (todo el disco White ladder, que decoraba aquella bonita película que era El amor de este año); incluso en 2005 Life in slow motion contaba con alguna pieza que estaba a la altura de las de aquellos trabajos. Desde entonces el bueno de David se ha agrisado un poco, con discos dignos pero sin pegada. En marzo tendrá otro en el mercado que, me temo, no regresará a aquellos años de jovial inspiración. Hoy rescato Sail away, de 1999, interpretada hace muy poco y todavía emocionante.
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