martes, noviembre 20, 2018

SOUNDTRACK 221: MERLÍ... O EL PLACER DE EDUCAR

(Para nuestros maestros)


Merlí es una oda contemporánea a la enseñanza y a la educación que se nos dona en las escuelas. Es la vida en el momento en que dejamos de ser críos para divisar al hombre que seremos. Miedo, celos, amor, amistad, obsesión, alegrías y tristezas, llantos y carcajadas que nos definen entre el instituto y la familia y nos conducirán por el largo e incierto trecho que se nos abre por delante.


Merlí es una serie de televisión catalana emitida entre 2015 y comienzos de 2018 en la TV3 que desde otras zonas del país se puede ver en Netflix. Ahí me he enganchado yo en las últimas semanas a ella, como el estudiante de bachillerato que fui y el padre de familia que soy, preocupado (aún no tanto) por la adolescencia que espera por mi hijo. Con la inspiración evidente en El club de los poetas muertos, los creadores de Merlí han dibujado a un personaje tan o más carismático como el que tenía los rasgos de Robin Williams en la película. Un sensacional, entrañable, imponente y muy divertido Francesc Orella es Merlí, ese peculiar profesor de filosofía, descarado con las mujeres y provocador con sus rivales, que utiliza las doctrinas de Platón, Aristóteles, Hume, Schopenhauer, Nietzsche o los peripatéticos para guiar a sus alumnos, para hacerlos comprender su propia personalidad y transmitirles la libertad de pensamiento que hace falta para entender el mundo con coherencia y disfrutarlo como buenas personas.

Enfrente, Merlí, siempre con un consejo a mano o un reproche conveniente, será testigo, apoyo y confidente de las vivencias de sus alumnos del instituto público en el que da clase, de sus enfados y aislamientos, de lo que callan y lo que deberían haber guardado. En el retrato honrado de esos chicos y chicas, excelentes actores además, descansa otro de los grandes méritos de esta serie que muestra a los jóvenes como son, cercanos y reales, sin problemas ni vicios forzados... tú y yo cuando fuimos niños, como debería ser siempre. 

Al concluir la primera de las tres temporadas de Merlí me he sentido lleno, contento, pletórico de ánimo. Puede que porque en el fondo un trozo de mí ha estado con Gerard y con Pol, con Bruno y con Tania, con Joan y con Mónica de Villamore, o con la abuela Calduch, y sobre todo con Merlí, el profesor que siempre hubiera deseado tener.

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