lunes, septiembre 19, 2016

RESPETEMOS LOS GUSTOS

Me quedo con esta frase, yo, que tantas veces he sido vehemente contra los gustos masivos y defendido los laberintos (minoritarios en no pocas ocasiones) de mi singularidad.

Una fan de Celine Dion: “Aunque tal vez no sean cool, aunque bordeen el ridículo en muchos sentidos y no seas capaz de entender cómo alguien puede llorar escuchando una canción de Celine Dion, en mi opinión deberíamos tener más respeto por el candor de la gente… Creo que es bueno que haya cosas que no se pueden explicar.”
 
Ah, nosotros, que hemos despreciado a quien nos suelta que le gusta Mariah Carey o fingido el acto de vomitar al escuchar un elogio a Radiohead… nosotros, que alcanzamos el éxtasis con una vibrante sesión de bebop o nos perdemos en la gloria polvorienta de un viejo canto rural.
 
La lectura de este libro, un ensayo del crítico musical canadiense Carl Wilson, me ha sensibilizado de algún modo con el fanatismo que nos desconcierta, el que no entra en nuestros ¿cabales? esquemas. Somos como somos y lo que admiramos merece tanto respeto de los demás como nuestros gustos merecen el respeto de los otros, por muy contrarios que seamos. En Música de mierda (sensacionalista traducción del título Let’s talk about love. Why other people have such bad taste) el autor toma como punto de partida su aversión a Celine Dion y la aureola de espiritualidad, grandilocuencia y fanatismo creada a su alrededor para indagar en lo que se entiende por buen gusto y mal gusto, no solo musical, sino cultural y artístico, para detenerse en el elitismo y el clasismo o los perjuicios de la cultura pop. En su investigación arroja picajosas conclusiones (quizá atropelladamente a veces), lecturas que casi siempre consiguen mostrarnos un reflejo más o menos certero de nuestra forma de concebir nuestra defensa de los gustos que conforman nuestra personalidad.
 
Hablar de gustos, buenos o malos, y de lo que conlleva expresarlos en determinados ámbitos suscita casi siempre un accidentado debate, muchas veces de extremos y posturas irreconciliables, en el mejor de los casos irónicamente petulantes, en el peor agresivamente intolerantes. Pero ni unos ni otros, con distinto bagaje encima, somos quién para decir lo que está bien y lo que está mal, lo que es bueno o es malo. A mí me gusta y a ti no. Pues de acuerdo.

No hay comentarios: