Discos y listas,
aaaaahhhh!
¿Por qué unos
medios se limitan a 20, otros llegan a 50 (para que no sea mal visto dejar
fuera de los mejores a otros 30) y otros se van hasta 80? ¿Por qué listar
siempre los mejores discos y no las mayores decepciones en relación a las
expectativas creadas? ¿O simplemente los peores, lo malo de solemnidad? Si de
lo que se trata es de aconsejar al constante lector o al interesado navegante,
¿por qué no recomendarle lo que no debe escuchar en su vida por su bajísima
calidad? Ahora (y siempre) presumimos de haber escuchado un altísimo número de novedades
discográficas de todo un año, ¿verdad? Lo tenemos al alcance. Y por eso nos
creemos capaces de enumerar por orden ¿de preferencia? lo mejor entre lo mejor,
con el vicio de caer en flagrantes incongruencias. Ahí va una: una publicación
sitúa un buen disco en el puesto 5 del año y otro buen disco en el 25, pero
resulta que cuando vas a la tabla con las puntuaciones particulares de los
redactores que han votado es más alta la suma de puntos del que está en el
puesto 25 que la del que está en el 5…
Yo me guardo ya
mi lista de los mejores en la intimidad de las distancias cortas. Un muy buen disco
de entre los muchos de 2013 que he escuchado es, por ejemplo, Volume 3, de She
& Him. Una decepción es Imitations, de Mark Lanegan. Ni uno ni otro
aparecen en las ocho selectas listas de las que han aparecido a las que he
echado una mirada. Y discos malos (y aparecen una buena parte en esas listas de
mejores), son los que en 2013 sacaron al mercado:
Alice in Chains, Amok, Black
Sabbath, Charles Bradley, Chelsea Wolfe, Deerhunter, Elton John, Howe Gelb, Julia
Holter, Kate Nash, The Lone Bellow, The Lumineers, Suede, Vampire Weekend, Yeah
Yeah Yeahs