Quizá la obra de este tipo ha alcanzado ya un estado de vinculación incondicional en el que voraces consumidores de música como yo caen de poco en poco: ofrezca lo que ofrezca, hay que tragárselo, por muy mediocre que sea. Es lo que tiene haber sembrado su camino musical con unos cuantos discos previos realmente soberbios en cuatro años. Ahora, en cambio, no hay rastro de brillantez por ningún lado. Ryan Adams y su banda más asentada (y simplona), The Cardinals, firman III / IV (Paxamerican, 2010), un capricho de 21 temas en dos discos que recogen descartes que datan de 2007, cuando publicó el discreto Easy tiger. El chico sigue sin levantar cabeza, porque este díptico no puede disimular precisamente eso, que se trata de una colección de descartes sin brillo, la mayor parte anodinos, todos olvidables. Algún riff seductor, estribillo encendido o final inspirado permiten vislumbrar que en el fondo aún queda en Ryan Adams alguna ráfaga de talento. Pero parece escaso, o desgastado (como yo al escribir sobre él).
A Ryan Adams le encanta tocar, crear nuevas canciones de la nada. Puede que lo sienta como una fiebre incurable. Yo ahora tuve la nada agradeble sensación que me sobrevino cuando hace unos cuantos años me atreví a digerir una a una cada vacía píldora que contenía el interminable Salmón de Andrés Calamaro. No soy el único que añora al mejor Adams, el de Gold o Rock N Roll, el que desea que se vuelva a sacar de la chistera un pedazo disco como aquellos. Por desgracia, parece perdido y no causa más que aburrimiento.
Nota: 4/10
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