El granuja Rod mamó mucho soul en su juventud, luego lo interpretó bien trajeado y con acné. Se alió con la banda de Jeff Beck y se endureció. Vociferó blues áspero y tabernario como solista de Faces en unos pocos discos estupendos. Suavizó su garganta arenosa al firmar discos en solitario con brisas de nostálgico folk. Cruzó el Atlántico para desarrollar su música, llevarla por territorios bailables primero y pop después. Hasta debilitar su creatividad con el paso de los años y derivar en un reciente y olvidable ejercicio de nostalgia por los clásicos standard de la cancionero norteamericano.
Por eso Rod Stewart se disfruta más (al menos yo y creo que muchos) caminando hacia atrás, regresando a los setenta para acariciar reposadamente su rock and roll genuino. Entre 1969 y 1976 grabó siete discos soberbios, imprescindibles, salpicados de emocionantes canciones (Maggie May, You wear it well, Gasolina Alley, Cuta cross shortly, Reason to believe, Mailing, Tonight’s the night…) y rodeado de excelentes acompañantes. Un tipo grande.
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