El tipo, menudo tipo, grande y gordo que está, pero parece un pedazo de pan, aunque sus ropajes me lo vistan de mafioso bien alimentado… ahi está el gigante sentado o en pie, casi siempre sentado porque los kilos no le dejan mantener bien el equilibrio, vociferando y diciéndonos que nos ama, que nos quiere, que esta noche es fantástica e irrepetible, sacándose del fondo de la garganta un grito que parece un abrazo, sudando como una bestia que no maltrata a sus víctimas sino que las mima con devoción. Tiene canciones para dar y tomar, pero esta noche se decanta por Down in the valley, por Having a party, por Soul searchin’, A change is gonna come, Proud Mary, Stand by me… muchas de ellas encadenadas sin respiro en crecientes medleys que explotan en éxtasis y te devoran en su interior.
De la escena arriba descrita todavía no he sido testigo directo. Quizá algún día tenga la suerte de estar delante del rey Solomon, de Solomon Burke, y sus gotas de sudor me empapen la cara en la primera fila. De momento he de conformarme con alguna imagen que he visto filmada o con el sonido de sus directos. En mi último y reciente viaje a Barcelona me encontré con uno grabado en Rotterdam en 2003. Su magnífico repertorio, plagado de versiones clásicas del blues, el soul y el gospel me trasladó precisamente al otro lado del soporte, allí donde el rey Solomon es todo un dios musical de la pasión sobre un escenario.
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