"Yo solo quería ser dj."
Aquella forma de piratería nos pilló de lejos, pero digamos que poco o nada nos importaba: lo que queríamos a toda costa era seguir obteniendo música por cualquier método, cuanto más barata mejor, gratis incluso. En un casete virgen, en un cd virgen. Pinchando un lp y dándole el rec para guardarlo en una cinta, con mejor o peor fidelidad; con una máquina o un programa para copiar un compact disc original tal cual (siempre que tuviera incrustado un anticopy). ¿Que aquello era un delito? Nos advertían, cierto, pero veíamos muy lejos el rastreo, ni nos atrevíamos a temer que alguien fuese a entrar en nuestra habitación con una orden de registro para pillarnos in fraganti. Así que todos fuimos piratas y seguimos grabando. De aquellos piratas de la música trata Mixed by Erry.
Esta película italiana, dirigida por Sydney Sibilia, cuenta el caso real de unos hermanos de Nápoles que en los años ochenta se hicieron millonarios con el negocio masivo del pirateo de música. La chispa fue Enrico, Erry, el mezclador de canciones que tenía el sueño de ser dj y que, junto a sus hermanos, volcó sus ambiciones en la venta de casetes grabados con recopilaciones, discos enteros, canciones sueltas y hasta música fresca a los pocos minutos de salir del horno. Entonces había público para ansiar el consumo de música en formatos físicos, para sentirla sin urgencias y en detalle. El éxito de la empresa desbordó el negocio, pero los hermanos supieron adaptarse, nutrirse de maquinaria y seguir proporcionando placer a sus clientes, al tiempo que las autoridades seguían la pista a aquella inesperada, inadmisible fortuna edificada sin necesidad de apretar el gatillo. El film, aunque ligero a veces, discurre con agilidad y se disfruta desde la emoción de la nostalgia.
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