Yo tenía aquellos vinilos, los dos primeros, con Jerry Lewis y Burt Lancaster en las portadas. Y en clase hablábamos de ellos porque los escuchábamos en la radio (¡la radio!) y nos prestábamos los casetes (¡los casetes!). Queríamos vestir como ellos, si nos dejaban nuestras madres, y hacernos los chulitos delante de las niñas de otros colegios o los fines de semana. Claro que nos molaban los Hombres G, y punto, no nos planteábamos nada más, no importaba lo que los demás dijeran. Ni siquiera cuando todo aquello quedo atrás y la música nos arrolló por todas partes y desde todos los lugares, llegamos a pensar en que los Hombres G eran buenos o malos; eran un grupo de nuestra adolescencia y con ellos aprendimos también a crecer. El director de cine David Serrano los ha devuelto a nuestras vidas con una película que es una delicia, que nos lleva a los niños que fuimos sin dejar de mirarnos desde los hombres que somos.
Funciona todo y bien en Voy a pasármelo bien: las canciones (que hoy se revelan mejores de lo que creíamos que eran), las coreografías que reviven el pasado como un tiempo de ensueño, una historia nostálgica de primeros amores y frustraciones presentes, un eficaz elenco de adultos y un inteligente, divertido y entrañable reparto de chavales. Y la magia que tienen el cine y la música se dan la mano para que salgas feliz de la sala o te vayas contento a la cama, recordando lo bien que te lo pasabas cuando eras un crío.
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