"Music is both the most inessential and the most essential thing. We don’t need music to live, but I couldn’t imagine life without it." (Robin Pecknold, Fleet Foxes)
En el momento en que el verano se convierte en otoño, en un año en que la música apenas se anuncia y se ofrece al público de un día para otro, alcanzo el punto en que encuentro la sintonía con Fleet Foxes. ¿Debía llegar este momento tarde o temprano? ¿O quizá solo es cuestión de un oportuno equinoccio? Lo que no me habían dado los tres álbumes anteriores de la banda (ni siquiera el celebrado primer disco de 2008), obras por las que resbalé aturdido e indiferente, me lo proporciona Shore (Anti-, 2020): atención, descanso y placer.
Shore recurre a la identidad que dio forma al grupo de Seattle en los territorios del indie folk explorados en la década pasada, especialmente en sus dos primeros trabajos, y la manipula en canciones que se abren y cierran como suaves remolinos, de las que brotan sensaciones de esperanza y bienestar. Este disco, bello y luminoso de principio a fin, sin fisuras, funde rock, pop, folk y fina psicodelia con armoniosa destreza y produce ese impagable agrado de aislarte en la inmensidad de la naturaleza, de mojarte los pies sobre la arena de la orilla, por ejemplo.
Nota: 8/10