Hay que reconocerle a Beck su capacidad para no repetirse, para ponerle distintas caras a su música sin estar nunca perdido ni caer en el ridículo. En tres décadas no se ha desgastado ni el respeto ni la credibilidad. Sin embargo, no acabo de entenderme con él. Ocurre desde siempre. Desde cuando las radios (qué lejanas parecen) pinchaban Loser y celebraban el genio de su creatividad. ¿Qué es Beck? ¿Cómo es su música? Cambiante, desde luego, y juguetona, inquieta. Pero a mí unas veces (pocas) me resulta sabrosa y otras (las más) no me sabe a nada. Su mente maneja pop y electrónica, funk y soul, indie y rock alternativo, algo de folk, un poco de psicodelia y no pocas fusiones de estilos dignas de escuchar pero fáciles de olvidar. En suma, no consigue deslumbrar.
Y ahí sigue Beck Hansen, a punto de cumplir los 50 años, aquel chaval multiinstrumentista de Los Angeles al que pronto le colgaron la medalla de genio. En los noventa grababa mucho y en las décadas siguientes espació más sus trabajos. Acaba de sacar al mercado Hyperspace, una entrega electrónica con empuje retro y cierta nostalgia en su eco, de nuevo fácilmente olvidable. Perdura de su obra algo de lo que contenía Mutations (1998) y Midnite vultures (1999) y si debo guardarme algo me quedo con Guero (2005) y Modern guilt (2008). Ahí se acaba para mí Beck.
domingo, noviembre 24, 2019
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2 comentarios:
Estoy muy de acuerdo con lo que dices. Yo también amo parte de algunos de sus trabajos, cosas de las que citas más Odelay que es un sueño hecho realidad del copy and paste pero también es uno de los músicos mas sobrevalorados sin duda alguna. Curioso que grandes como Petty, Young o productores como Rick Rubin le citaran en su momento como lo más interesante de las últimas décadas. La etiqueta de genio le queda muy muy grande.
Saludos
Y con el paso de los años, aún más grande. Estimulante a veces, lejos de la grandeza. Saludos
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