jueves, noviembre 28, 2019

BOOTLEG SERIES 81: MUJERES QUE CANTAN A TOM WAITS

Supongo que no es fácil tomar prestado a Tom Waits y darle tu propia voz, tu propio estilo. Único en su género, entidad incomparable, el músico californiano dispone de un repertorio que cuesta imaginar interpretado por otros u otras artistas. Gritos, murmullos, quejidos, ritmos y variedad de sonidos inusuales y extravagantes son huella congénita en la carrera de Waits, ya digo, una institución a la que es difícil igualar, incluso parecerse. Por eso se me hace raro escuchar sus canciones en otros músicos y de las que conozco me quedo con muy pocas. Desde luego, no me quedo con ninguna de la docena que componen el disco Come on up to the house. Women sing Waits, un trabajo tributo que acaba de publicarse y del que solo un par de cortes salen airosos entre un conjunto anodino y desganado.

No querer acercarse a Tom Waits en un álbum de covers me parece respetable, pero enfocar el homenaje sin tan siquiera esforzarse en expulsar algo de la autenticidad de su música, de su valiosa suciedad en las versiones, no lo admito. Una lástima, porque hay algunos nombres de importancia (Rosanne Cash, Aimee Mann, Patty Griffin) que no acaban bien parados, otros (la mayoría) son totalmente insustanciales. Salvemos al trío Joseph al frente de Come on up to the house y sobre todo a Corinne Bailey Rae, la única triunfal con Jersey Girl. Un desperdicio.

miércoles, noviembre 27, 2019

BONUS TRACK 215: ELEPHANT MOUNTAIN (THE YOUNGBLOODS)

Otras recopilaciones, sin ir más lejos la imprescindible banda sonora del film Forrest Gump, contienen ejemplos de grupos de corta trayectoria y perdido recuerdo que han dejado para la eternidad una canción especial, la referencia sonora de un tiempo o un lugar. Conocerlos un poco más allá de ese tema nos regalan bandas cuya calidad supera la escasez de un buen single. Let's get together, por ejemplo, se hizo popular en la voz y la música de The Youngbloods, fue sintonía de los humos contraculturales de Woodstock, y sus intérpretes ya se habían disuelto en 1972. Entre su breve legado se halla el álbum Elephant Mountain (1969), un excelente trabajo que se abre con la sinuosa Darkness, darkness, versionada con la misma atmósfera décadas después por Robert Plant. El disco curiosea entre las raíces del folk-rock y se empapa de ondas psicodélicas con espontánea frescura. Tras la separación del grupo, su líder, Jesse Colin Young, prosiguió el camino en solitario que había iniciado antes con estimables obras hasta la actualidad.

domingo, noviembre 24, 2019

VOLUME TWO 100: BECK

Hay que reconocerle a Beck su capacidad para no repetirse, para ponerle distintas caras a su música sin estar nunca perdido ni caer en el ridículo. En tres décadas no se ha desgastado ni el respeto ni la credibilidad. Sin embargo, no acabo de entenderme con él. Ocurre desde siempre. Desde cuando las radios (qué lejanas parecen) pinchaban Loser y celebraban el genio de su creatividad. ¿Qué es Beck? ¿Cómo es su música? Cambiante, desde luego, y juguetona, inquieta. Pero a mí unas veces (pocas) me resulta sabrosa y otras (las más) no me sabe a nada. Su mente maneja pop y electrónica, funk y soul, indie y rock alternativo, algo de folk, un poco de psicodelia y no pocas fusiones de estilos dignas de escuchar pero fáciles de olvidar. En suma, no consigue deslumbrar.

Y ahí sigue Beck Hansen, a punto de cumplir los 50 años, aquel chaval multiinstrumentista de Los Angeles al que pronto le colgaron la medalla de genio. En los noventa grababa mucho y en las décadas siguientes espació más sus trabajos. Acaba de sacar al mercado Hyperspace, una entrega electrónica con empuje retro y cierta nostalgia en su eco, de nuevo fácilmente olvidable. Perdura de su obra algo de lo que contenía Mutations (1998) y Midnite vultures (1999) y si debo guardarme algo me quedo con Guero (2005) y Modern guilt (2008). Ahí se acaba para mí Beck.

BONUS TRACK 214: THE MIRROR (SPOOKY TOOTH)

En alguna compilación rockera de los años setenta te encuentras con algún grupo cuyo nombre te suena, sin que sepas si lo has escuchado antes, porque no tienes discos suyos y su historia fue breve, como las de cientos y miles de anónimos músicos, y hace mucho tiempo que nunca más se supo de esa banda. Spooky Tooth, por ejemplo, que entre 1968 y 1974 grabaron siete álbumes, material cargado con rock áspero y caliente, en un paso previo a lo incendiario. Británicos. ¿Alguien los conoce? ¿Alguien se acuerda de ellos? ¿Algún aficionado, de algún modo, tuvo a Spooky Tooth entre sus predilectos? ¿Algún músico se inspiró de alguna manera en el estilo burbujeante de este banda? ¡Cuántos como ellos en este océano ilimitado del rock! Pruébese con The mirror (1974) para iniciarse, o para reengancharse. El grupo iba a disolverse pronto, decenas de músicos habían pasado por sus filas. Pero hay arrebatos fantásticos (Hell and high water) de un rock que dejaba rezagada su alma blusera y se adentraba en los delicados terrenos de la experimentación progresiva. Veinticinco años después el grupo grabó un último disco y organizó alguna esporádica gira. Para revivir la modesta gloria de su música.

jueves, noviembre 21, 2019

¿EL ROCK ES DE MAYORES?

Tengo 46 años. Soy mayor (o tirando a ello). Y me encanta el Rock, con mayúsculas. Así me presentaría en el Club de los Rockeros Anónimos.


Una entrada reciente del blog Being Vain me dejó pensando sobre el gusto y el disfrute de la música a determinada edad... cuando somos jóvenes, cuando nos hacemos mayores, cuando llegamos a mayor. El texto vierte unas críticas que veo acertadas contra quien pregona que el rock, hoy, ya no es cosa de jóvenes, que el rock se ha enquistado en el gusto oxidado de quienes han vivido para contarlo y peinan no pocas canas. Quienes vemos algo lejos aquellos días en que el rock se nos abría de piernas para que nos derramásemos entre ellas sentimos ahora el daño de la nostalgia.


Entre mis 15 y 25 años consumía pop y rock, básicamente; empezaba a aprender y a memorizar, a obsesionarme un poco, a comprar y a querer completar las discografías de mis favoritos. En los últimos veinte años creo haberme convertido en un melómano abierto y generoso que recibe y absorbe los vientos de la música que le llega desde casi todas partes. Me seduce el jazz, me gusta el blues, el country me hace cosquillas, el folk me derrite, el soul y el funk me ponen caliente. Hay buena música electrónica que escucho sin prejuicios y las gotas que me mojan de música de otros mundos ajenos a aquellos donde hemos crecido me refrescan. A todo esto le hemos añadido e inventado en los últimos años prefijos y adjetivos (indie, post, neo, hard, prog...) que han transformado las raíces en propuestas apetecibles. De todo hay en el campo del señor, bueno y malo. Busca, curiosa, elige y disfruta.

Sí, vale, el rock admite hoy (y siempre) todos esos mismos complementos en su nombre, y ni tú ni yo somos los que sabemos cuál es la combinación que mejor se ajusta a lo que suena. Y el rock sigue siendo la música que me vuelve loco. Los Beatles y los Stones siguen aleccionándome más que todos sus alumnos, de los que, no lo dudo, también he aprendido y aprenderé. Ojalá a mi hijo le apetezca acudir a ellos. Llamadme mayor, a mucha honra. Tengo 46 años y me encanta el Rock.

lunes, noviembre 18, 2019

SOUNDTRACK 242: DE NIRO, PACINO, SCORSESE, THE IRISHMAN (II)

Pantalla en negro. Directed by Martin Scorsese. Corren los créditos y sube la intensidad de una pieza instrumental compuesta por Robbie Robertson. Estás sentado en la butaca aún, digieres las tres horas y veinte de película que acabas de ver: 40 años en la vida de un asesino vinculado a la mafia, su gloria y su ocaso, los viejos tiempos de la amistad y la apagada luz de la soledad. Y dices: "Esto es una película grande". Entre otras razones, por un señor llamado Martin Scorsese.

Te quedas un rato largo, ya en casa, pensando en la grandeza de las películas que te arrastran con ella y te hipnotizan. Entras en su profundidad, magnetizado por un guión, una puesta en escena y un trabajo de sus actores fuera de lo común, lo más parecido a la perfección. Tú eres un elemento más de esa película. The Irishman (El irlandés) tiene eso: rigor, tensión, nostalgia, un libreto preciso y complejo, un director de oro en su trono, un reparto inigualable.

La obligación de ver esta película está justificada. Joe Pesci... déjate ver más, por favor. Al Pacino es Pacino, en lo bueno y en lo malo, también grande. Robert De Niro rescata al inmenso actor que fue. Scorsese exhibe un magisterio con el que todo su equipo eleva The Irishman a la categoría de cine colosal.

viernes, noviembre 15, 2019

BONUS TRACK 213: JOHN WESLEY HARDING (BOB DYLAN)

Cumplir con la cita 'bootleg' anual de Bob Dylan me lleva esta vez a álbumes por los que ha pasado justo medio siglo, John Wesley Harding (1967) y Nashville Skyline (1969), paradas en suelo country sobre el que Dylan se refugió para recuperarse del accidente de moto sufrido en el 66 y exiliarse en el sótano con el grupo aquel que pronto se harían llamar The Band. El paréntesis sacó al músico de la fiebre de su popularidad y lo introdujo en espacios musicales que huían de la psicodelia imperante. El autor no quería la fama y se escondía en los parajes naturales de Woodstock; era un hombre de campo de aspecto humilde, un ser anodino que cambiaba el aspecto y la voz. Daría un nuevo paso en otra dirección, también admirable.

Me paro en John Wesley Harding. El disco toma el nombre de un forajido del siglo XIX al que se le añade la 'g' final en el título y retrata con Polaroid en la portada a Dylan sin el alboroto de sus rizos rodeado de dos músicos de Bangladesh y un carpintero del lugar. Produce Bob Johnston, un hombre apegado a Nashville y al country, y solo tres músicos refuerzan al autor: el baterista Kenny Buttrey, el bajista Charles McCoy y el guitarrista Peter Drake, que apenas compartieron nueve horas en tres sesiones con Dylan. El álbum no ha perdido para mí la acústica frescura misteriosa que intuyo tuvo cuando apareció y que sentí cuando lo escuché por primera vez. Me encantan temas como I pity the poor immigrant, The wicked messenger o I dreamed I saw St. Augustine. No olvidemos que en este disco flota la mágica All along the watchtower, poco antes de que empezase a ser electrificada para la inmortalidad.
 
(Las versiones distintas de algunos de estos temas que aparecen en Travelin' Thru: The Bootleg Series vol. 15, no desmerecen de las originales).

jueves, noviembre 14, 2019

VOLUME ONE 517: SANTA CRUZ (PARDO)

Y ahora, a tirar para casa. El bueno de Pardo saca de Santa Cruz (Acaradeperro, 2019) la energía y la añoranza (nuestra morriña) que convierten los discos en retratos íntimos de uno mismo. Cuenta que en Santa Cruz recuperó su vida cuando se le escapaba y de allí creó canciones que entrega para la "adopción, interpretación y cariño" de quienes las reciben. Se agradecen. Cuando su voz gastada y callejera se enciende, entramos en terrenos de blues y rockabilly bien pulidos; cuando se modera, escarba en los recuerdos para ofrecer preciosas baladas (Si te vas de mi vida, Desde que existimos tú y yo, con la emocionante voz de apoyo de Nuria Luiz). El álbum, descarnado y liberador, salpicado de gotas latinas, crece siempre y mejora la anterior entrega del autor, Libélula. El tema Mi garganta rubrica el negocio de la autenticidad, y de ello entiende Pardo.

Nota: 7,5/10

 

miércoles, noviembre 13, 2019

LIVE IN 236: LO ÚLTIMO DE COLDPLAY... NO ESTÁ MAL

Permiso (breve) para recuperar a Coldplay. Pensé que nunca más pasarían de nuevo por este blog, que después de sus penosos álbumes de esta década (Mylo Xyloto y A head full of dreams, sobre todo) no volverían a merecer mi atención, y que con nadie iba yo a mantener una conversación sobre este grupo desinflado, ahogado en una mediocridad cómoda y acaudalada, triste despojo de una banda que en la década anterior, y me reitero, sí firmó discos excelentes. Que hoy, tras los recientes descalabros, hayan acabado un disco decente, es para mí noticia.

Debió de ser una tímida corazonada lo que me ha hecho concederle una oportunidad de gracia a Everyday life, sí, lo nuevo de Coldplay. Este es el trabajo más desconcertante del grupo, que se olvida de pobres canciones empalagadas de noñería y buenismo, cargadas de versos y coros para el babeo de los grandes estadios, y camina esta vez en distintas direcciones, no sé bien con qué criterio. Esto es lo que choca del disco, con muy pocas concesiones y escasamente comercial, que se permite breves piezas casi desnudas y arrimadas al gospel y al blues, introduce voces en otros idiomas y fragmentos ajenos y se permite un interludio de medio minuto (trinos en la naturaleza) dividido en seis cortes. Y aunque hay un par de temas que se dejan afectar por el buen rollismo azucarado del grupo que debilitan el final del álbum, hay otro par deslumbrante (Trouble in town, Arabesque) y un resto de repertorio digno. Quizá no se han perdido por completo.

lunes, noviembre 11, 2019

BOOTLEG SERIES 80: THE PAINTED HORSES

Mis viajes por el vasto territorio americano son cada vez más contados. Pesa el kilometraje y el bólido ya no está para trayectos generosos. Alguna vez, esporádica, caigo en una parcela bonita y tranquila en la que detenerse un rato, cerrar los ojos y escuchar solo la música que sale de las raíces de ese terreno. Esto me ha pasado ahora con The Painted Horses. Lo justo sé (leo) de esta gente. La cosa surge hace unos años porque Denys Kozakis y Natosha Wengreen tienen mucho en común, allá en la montañas californianas de Santa Cruz. En directo tocan en formato trío o en banda con más personal, y tienen un par de discos. Los descubro con The Painted Horses (2019) y algo de su agradable música me recuerda al primer Ray LaMontagne, un Ryan Adams reposado y a The Milk Carton Kids. Tocan lo que hay que tocar, sin florituras y con concisión. Un poquito más de ímpetu no les haría mal, pero gustan. Oportunidad.

viernes, noviembre 08, 2019

SOUNDTRACK 241: DE NIRO, PACINO, SCORSESE, THE IRISHMAN (I)

El cine y sus mitos, sus dioses. Con los que crecimos. A quienes veneremos una vez, no tanto después. La mafia, el crimen. Un asesino, un sindicalista. El poder, la corrupción. Robert De Niro, Al Pacino y un largo elenco, en The Irishman, de Martin Scorsese.

Hace mucho tiempo que no me ilusiono con una película. Me refiero a una ilusión previa a verla, ilusión y fe en ella, en que me entusiasmaré con lo que cuente y con cómo lo cuente. Ahora recupero aquellas viejas emociones que tuve antaño, no recuerdo bien cuándo por ultima vez, con El irlandés, o The Irishman, y aquellos actores y cineastas que me encantaron desde siempre (en sus tronos y en sus caídas, en lo celestial y en lo insignificante) me dicen de nuevo que el cine es una maravilla de nuestras vidas.

Las últimas grandes actuaciones de De Niro quizá sean Being Flynn y Luces rojas, las dos de 2012, y se echa en falta su excelencia, desde luego. El último gran papel de Pacino, uf, Insomnio, y me tengo que ir a 2002. Y aunque aún me asombro con joyas como La invención de Hugo (2011), añoro al Scorsese magistral de Taxi Driver, Toro Salvaje, Uno de los nuestros o La edad de la inocencia. Os espero, juntos, con los brazos abiertos. Si tiene que ser en casa, pues vale; si fuera en una sala, mejor.
 

martes, noviembre 05, 2019

GREATEST HITS 232: GIMME SHELTER... AROUND THE WORLD

Otra canción universal sobre las voces, instrumentos, ritmos y almas de las culturas a través del mundo. Nadie bate a Jagger (ni a Merry Clayton en los aullidos) a lomos de Gimme shelter, pero la jamaicana Roselyn Williams me encanta en esta maravillosa versión que universaliza el tema aún más.

sábado, noviembre 02, 2019

VOLUME ONE 516: KIWANUKA (MICHAEL KIWANUKA)

El tercer álbum de Michael Kiwanuka está bien, bastante bien. Pero... Vaya, cuando comenté por estos lugares el segundo disco del británico hace tres años apunté el mismo pero... Mi reparo principal se debe a lo que impide que Kiwanuka (Interscope, 2019) sea un trabajo grande por si mismo, por el alma de sus entrañas y por sus méritos naturales, y que no es otra cosa que la huella marcada de su producción. Da la impresión de que Kiwanuka, el autor, ha dejado a Danger Mouse e Inflo la tarea de decidir cómo suene su disco, seguramente porque, como en Love & Hate (2016), la elección fue acertada, esa mezcla de arreglado soul setentero y recargada psicodelia contemporánea, y apostar por repetir la fórmula garantizaba, o debía de asegurar, las mismas sensaciones. Más o menos.

Como digo, el disco se disfruta. Suena a viejo y a nuevo, a antiguo y a moderno. Posee un clima que imprime calor a la escucha. El soul se apoya en un eco lejano de sensuales voces femeninas y la psicodelia, en guitarras estrujadas y teclados esponjosos. Hay temas con gancho y seguridad (el inicial You ain't the problem y las dos partes de Piano Joint y de Hero), y los hay más leves (Hard to say goodbye, Light), que en vez de explotar se diluyen. Y de nuevo me pregunto: ¿vamos a saber algún día cómo el propio Michael quiere que suene su propia música? Creo que en el fondo desea otra cosa, y sería también elogiosa. La respuesta, en el próximo álbum, veremos con quién al otro lado del cristal.

Nota: 7,5/10

 

viernes, noviembre 01, 2019

SOUNDTRACK 240: KEN LOACH

Una breve entrada de admiración por Ken Loach, cineasta agudo y cruel, retratista amargo del ciudadano castigado y crítico puñal del sistema opresor y desalmado que desfigura la sociedad inglesa. Autor necesario (me atrevo a decir), cuyas obras, en distinto grado, reposan a la larga en mí. Películas de tinta invisible y trazo eficaz que ahora y siempre, con sus discursos realistas y cercanos sobre el paro, la precariedad laboral, la inmigración, la intolerancia y la integración social, habremos de agradecer.

Sorry we missed you, que se acaba de estrenar en salas, es de las mejoras películas de Loach, capaz de enfadarte e incomodarte, de hundirte en la desesperanza pero también de arrimarte a la salvación. Me faltan un par de filmes de sus comienzos, hace más de cuarenta años, y uno de los más recientes. Pocas veces él y su guionista habitual, Paul Laverty, se han puesto tiernos y graciosos, pero al hacerlo se han lucido como nunca (Buscando a Eric y La parte de los ángeles). Me gustan mucho Yo, Daniel Blake, En un mundo libre..., Lloviendo piedras, Felices dieciséis y Ladybird, Ladybird. Duelen las vidas que Loach agarra y pone a prueba con sus problemas y miserias. El cineasta más alejado de la ficción.