Pasan los años y a John Hiatt se le nota un aspecto cansado, los rasgos más afilados, la voz arrastrada, el grito ahogado. Pero cuanto más viejo, más sabio, ¿no es cierto? En él hay algo que no se desgasta con el curso de los discos, más de una veintena en más de cuarenta años. Queda y vibra un brote natural para convertir música sencilla en canciones emotivas (o canciones sencillas en música emotiva, tanto vale). Detenerse cada poco tiempo en un nuevo álbum de John Hiatt es una hora bien invertida, una celebración de oficio bien ejecutado y con la medida justa de pasión e integridad por gracia de a quien los años han hecho un maestro.
Hiatt lo es, en su aparente sequedad y en el profundo alcance de cuanto compone. Raro es que falle en su listado de obras. Hay algún disco flojo aquí y allá, más antes que ahora. Desde el cambio de milenio sus álbumes contienen puñados de canciones tensas y agrietadas, delicadas y hermosas. (Ah, cuanto lo disfruté en Londres hace ocho años.) Me cuesta elegir entre lo mejor de estos últimos años: The tiki bar is open, Master of disaster, The open road, Dirty jeans and mudslide hymns, Terms of my surrender... mejor me quedo con todos. Hiatt acaba de publicar The Eclipse Sessions, de pulcro articulado de guitarras, con espíritu blues a lomos de rock que se consume en el crepúsculo. Bravo.
miércoles, octubre 31, 2018
domingo, octubre 28, 2018
UN DISCO EN CADA PUERTO
De allí adonde voy me llevo una parte que acompañe a mis recuerdos. Una postal siempre, desde luego, o un imán para la nevera. Conmigo se vuelve al menos un disco en la maleta, o dos, o tres o alguno más, pero uno que no falte. Busco una tienda vieja, con catálogo de primera y segunda mano y pobladas cajas de plástico que acumulan viejos vinilos. Art Blakey en Salzburgo, The Black Keys de Cracovia, dEUS y Dawes estaban en Berlín, una banda sonora de una película de Wenders en Praga, Terry Callier en Bruselas, Lisa Hannigan por partida doble en París, Conor Oberst vino de Roma, Case/Lang/Veirs de Estrasburgo, decenas de músicos de las varias veces que la vida me llevó a Londres... La última en llegar ha sido Joni Mitchell, desde Budapest, dama de los Canyon. Bienvenida.
domingo, octubre 21, 2018
DANUBIO
El frescor de otro aire que entra en mis pulmones. Olores y ruidos nuevos que me esconden. El ritmo distinto del tiempo que hace extraños los días, como de una vida que no es la mía. Otro país, lejos. Llega antes la noche, alargaré la luz de las horas. Me bajo del tren y del autobús. Lo necesitamos, nos hará más fuertes. Añoraremos, pero volveremos nuevos. Una semana. Hasta pronto.
jueves, octubre 18, 2018
VOLUME ONE 486: SHADES (DOYLE BRAMHALL II)
Me inclino a defender y a seguir con mayor atención a aquellos grandes guitarristas que demuestran sus virtudes sin tendencias al virtuosismo, que valen más por hacer mejores a los músicos que acompañan que por exhibir su propia lucidez. En ellos cuenta tanto lo que callan como lo que hablan. A Doyle Bramhall II lo considero uno de esta selecta clase. El zurdo aquel de Austin era un crío junto a Charlie Sexton (otro de su especie) en los Arc Angels. Después de su tercer disco en 2001 tardó quince años en dejar listo el siguiente. En ese tiempo puso su guitarra al servicio de Eric Clapton y Roger Waters en estudios y giras, y ha tocado y grabado con Sheryl Crow, la Tedeschi Trucks Band, Bettye LaVette o Gregg Allman.
Shades (Mascot, 2018), solo dos años después de Rich man, me hace lamentar que su autor no se haya prodigado tanto en la grabación de discos propios, quién sabe si tan notables como este, aunque en lugar de esa vía hubiera ayudado a llenar de aciertos los álbumes de otros músicos. La guitarra penetrante de Bramhall fluye estilosa por el repertorio de la obra, con Clapton, Sexton, Trucks y Tedeschi como invitados agitando un sabroso cóctel de blues y rock del que humean aromas psicodélicos.
Nota: 7,5/10
Shades (Mascot, 2018), solo dos años después de Rich man, me hace lamentar que su autor no se haya prodigado tanto en la grabación de discos propios, quién sabe si tan notables como este, aunque en lugar de esa vía hubiera ayudado a llenar de aciertos los álbumes de otros músicos. La guitarra penetrante de Bramhall fluye estilosa por el repertorio de la obra, con Clapton, Sexton, Trucks y Tedeschi como invitados agitando un sabroso cóctel de blues y rock del que humean aromas psicodélicos.
Nota: 7,5/10
martes, octubre 16, 2018
SOUNDTRACK 219: GIAMATTI
Desde que el cine es cine, de sus días de recursos primitivos a su era contemporánea de herramientas y expresiones más libres y atrevidas, ha habido multitud de intérpretes secundarios que, a través de sus papeles (no siempre) menores o en ocasionales roles principales, han eclipsado a los actores y actrices que encabezan el reparto. Hoy sigue habiendo secundarios característicos que, como los de antaño, se acomodan en segunda y tercera línea enriqueciendo películas, pero con el curso de los años actores que empezaron con papeles anecdóticos y pasaron a ser personajes de apoyo han acabado protagonizando películas. Uno de ellos es Paul Giamatti, que combina el primer nombre masculino del reparto con el cuarto o el quinto. Un actor magnífico.
Un tipo de apariencia corriente, anodina, que no sabes muy bien en qué momento te va a causar antipatía o cuándo provocará compasión; el pardillo gordito del instituto, el que sale detrás en las fotos, el que no se come un rosco, alguien de quien no te fiarías como amigo. Temible y débil en un mismo gesto. En su carrera, con un centenar de títulos entre cine y televisión, Giamatti, que empezó besuqueando a una chica en un ascensor en el film Singles (¿alguien lo recuerda?), puede presumir de extraordinarias interpretaciones al frente o en el medio del reparto. Ahí van unas cuantas: Entre copas, American Splendor, La joven del agua, El mundo según Barney. Y una de sus últimas grandes actuaciones es en una gran película: Vida privada, en la que comparte protagonismo principal junto a otra secundaria de lujo, Kathryn Hahn. En la angustia, la paciencia, el hastío, el cansancio y algún arrebato de ira por el que pasa el personaje de Giamatti durante el largo camino que recorre una pareja para conseguir tener un hijo veréis una vez más al gran actor que es.
Un tipo de apariencia corriente, anodina, que no sabes muy bien en qué momento te va a causar antipatía o cuándo provocará compasión; el pardillo gordito del instituto, el que sale detrás en las fotos, el que no se come un rosco, alguien de quien no te fiarías como amigo. Temible y débil en un mismo gesto. En su carrera, con un centenar de títulos entre cine y televisión, Giamatti, que empezó besuqueando a una chica en un ascensor en el film Singles (¿alguien lo recuerda?), puede presumir de extraordinarias interpretaciones al frente o en el medio del reparto. Ahí van unas cuantas: Entre copas, American Splendor, La joven del agua, El mundo según Barney. Y una de sus últimas grandes actuaciones es en una gran película: Vida privada, en la que comparte protagonismo principal junto a otra secundaria de lujo, Kathryn Hahn. En la angustia, la paciencia, el hastío, el cansancio y algún arrebato de ira por el que pasa el personaje de Giamatti durante el largo camino que recorre una pareja para conseguir tener un hijo veréis una vez más al gran actor que es.
jueves, octubre 11, 2018
VOLUME ONE 485: WORLD ON STICKS (SAM PHILLIPS)
Hay músicos que (como decimos por aquí arriba) no te dan entrado, a quienes no encontramos el gusto en cada oportunidad que les damos, pero que te siguen llamando con temeroso interés. Un ejemplo es Sam Phillips, atípica autora que entró en el negocio en la escena de la música popular cristiana y que pronto se apartó de ese entorno. De la mano de T Bone Burnett, con quien se casaría y divorciaría, exploró territorios más próximos al pop, con un cómodo respaldo mainstream y una producción discográfica reconocida. Sus álbumes me dan frío, no descubro sus intrigas. No ocurre lo mismo con el último: World on sticks (Littlebox Recordings, 2018), que me parece espléndido.
Sobresale en esta obra, ya sin Burnett detrás y con la propia Phillips en la producción, un subyugante uso de arreglos orquestales y de amplitud de recursos de percusión, tarea que recae en el magnífico músico que es Jay Bellerose. El disco se desliza ondulante como el acompañamiento musical de un sueño agradable y cautivador, de siniestros pasajes (World on sticks, Tears in the ground) y sutiles atmósferas (Roll em, Candles and stars). Tan penetrante que anima a no despertarse.
Nota: 9/10
Sobresale en esta obra, ya sin Burnett detrás y con la propia Phillips en la producción, un subyugante uso de arreglos orquestales y de amplitud de recursos de percusión, tarea que recae en el magnífico músico que es Jay Bellerose. El disco se desliza ondulante como el acompañamiento musical de un sueño agradable y cautivador, de siniestros pasajes (World on sticks, Tears in the ground) y sutiles atmósferas (Roll em, Candles and stars). Tan penetrante que anima a no despertarse.
Nota: 9/10
martes, octubre 09, 2018
SOUNDTRACK 218: ETHAN HAWKE
De algún
modo, Ethan y yo crecimos juntos en distintos lados de la pantalla y mis
simpatías hacia él van más allá de sus virtudes interpretativas. El club de los poetas
muertos me devolvió al cine, a la sala grande, cuando se estrenó en un teatro de mi ciudad, después de que me dejase acomodar por sobredosis de videoclub en el salón de casa. Yo tenía 16 años y Ethan 19, levantado en
el pupitre para llorar al capitán (el malogrado Robin Williams) que los educaba libres de ataduras en aquella repugnante escuela privada. A aquel chico de aspecto frágil y sensible no lo perdí de vista,
arrogante en El país del agua, sufridor en Grandes esperanzas, y lo acompañé mientras se enamoraba y maduraba en la trilogía de Richard Linklater junto a Julie Delpy a lo largo de las salidas y puestas del sol. Allá donde apareciese hacía que la película atrayese mi atención, aunque lo que viese no mereciese mucho la pena. En Boyhood llevaba una vida desordenada pero ayudaba a su hijo a poner en orden la suya mientras crecía. Y en Born to be blue se transformaba en Chet Baker.
Ethan también ha escrito novela y dirigido tres películas y un documental. El último de estos films, Blaze, de este año, se detiene en la errática y desordenada vida de un músico texano de country, Blaze Foley. Y Ethan Hawke tambien canta, no demasiado que se sepa, pero en una de sus recientes interpretaciones se suelta ante el micrófono (al menos en la banda sonora) como antiguo músico retirado al que recupera una mujer curiosa que investiga sobre un disco de culto grabado hace muchos años. ¿Os suena? Claro, es la historia que contaba Nick Hornby en su novela Juliet, naked, con el actor en el rol de ese autor envuelto en leyenda en la película del mismo título, también de este año y aún sin estrenar. Ahí estaré viéndote de nuevo, Ethan.
Ethan también ha escrito novela y dirigido tres películas y un documental. El último de estos films, Blaze, de este año, se detiene en la errática y desordenada vida de un músico texano de country, Blaze Foley. Y Ethan Hawke tambien canta, no demasiado que se sepa, pero en una de sus recientes interpretaciones se suelta ante el micrófono (al menos en la banda sonora) como antiguo músico retirado al que recupera una mujer curiosa que investiga sobre un disco de culto grabado hace muchos años. ¿Os suena? Claro, es la historia que contaba Nick Hornby en su novela Juliet, naked, con el actor en el rol de ese autor envuelto en leyenda en la película del mismo título, también de este año y aún sin estrenar. Ahí estaré viéndote de nuevo, Ethan.
sábado, octubre 06, 2018
VOLUME ONE 483 Y 484: WANDERER/WAX. KT MEJOR QUE CAT
Dos autoras con disco nuevo el mismo día. Líneas que se cruzan y alejan en sentidos distintos. Una esperada reaparición que responde con decepción a las expectativas. Un retorno prematuro que recupera la mejor cara de una producción irregular. Pierde el aura fascinador de Cat Power frente a la cercanía palpable de KT Tunstall.
Wanderer (Domino, 2018) devuelve a Cat Power convertida en madre. Seis años después de su trabajo anterior, Sun, y tras dejar atrás angustias y desórdenes emocionales, Chan Marshall sale de su reclusión para compartir la felicidad de la maternidad con un disco adecuado para su bienestar, con más clima que cuerpo, parco en expresividad y seguramente bendecido por cronistas de todo perfil. Wanderer se queda atrás en la serie de últimos álbumes de la autora, superiores todos desde You are free (2003) incluido. Un muy buen single, Woman, no levanta un retorno apagado. Nota: 5,5/10
WAX (Rostrum, 2018) recupera a la KT Tunstall eficiente y decidida de su debut en 2006 y de aquel brillante Drastic Fantastic un año después. No acabo de entender los desconciertos de la escocesa entre buenos álbumes, como ocurrió en 2010 y 2016 con discos cargados de simpleza pop sin recorrido entre el formidable Invisible empire/Crescent moon de 2013. Dos años después de aquel último desliz vuelve a recomponerse con WAX, un equilibrado producto de pop y rock que revive a la autora de sus obras iniciales, con canciones bien armadas que devuelven el voto de confianza. Nota: 7/10
Wanderer (Domino, 2018) devuelve a Cat Power convertida en madre. Seis años después de su trabajo anterior, Sun, y tras dejar atrás angustias y desórdenes emocionales, Chan Marshall sale de su reclusión para compartir la felicidad de la maternidad con un disco adecuado para su bienestar, con más clima que cuerpo, parco en expresividad y seguramente bendecido por cronistas de todo perfil. Wanderer se queda atrás en la serie de últimos álbumes de la autora, superiores todos desde You are free (2003) incluido. Un muy buen single, Woman, no levanta un retorno apagado. Nota: 5,5/10
WAX (Rostrum, 2018) recupera a la KT Tunstall eficiente y decidida de su debut en 2006 y de aquel brillante Drastic Fantastic un año después. No acabo de entender los desconciertos de la escocesa entre buenos álbumes, como ocurrió en 2010 y 2016 con discos cargados de simpleza pop sin recorrido entre el formidable Invisible empire/Crescent moon de 2013. Dos años después de aquel último desliz vuelve a recomponerse con WAX, un equilibrado producto de pop y rock que revive a la autora de sus obras iniciales, con canciones bien armadas que devuelven el voto de confianza. Nota: 7/10
miércoles, octubre 03, 2018
GREATEST HITS 214: THE LAST DJ (TOM PETTY & THE HEARTBREAKERS)
Este mes se lo tengo reservado a Tom Petty. Ayer se cumplió un año de su muerte, un palo que me dejó muy triste durante unas horas; ayer también compré la caja de cuatro cds, An American treasure, que recoge más de sesenta temas inéditos y tomas alternativas y memorables actuaciones en directo a lo largo de cuatro décadas. Estos días nadaré con calma, dejándome llevar por las olas, sobre la música de Tom Petty y la mejor banda de acompañamiento que a un gran músico puede respaldar. Esta es una de mis canciones favoritas aunque aparece en uno de sus discos menos acertados. Aperitivo para el mes Petty.
DISCOS A 1 Y 2 LIBRAS
Una libra, dos libras. A esos precios crecen nuestras propiedades, nuestros vicios, sin apenas darnos cuenta, y mengua el espacio para guardarlos. Cds, no vinilos, que ocupan menos. ¿Necesitamos añadir más discos a los muchos que tenemos, piezas que escucharemos por primera vez o volveremos a escuchar después de mucho tiempo de la vez anterior y tardaremos mucho más en volver a ellas?
Mi hermano ha vuelto de Londres con un cargamento de 22 discos en el equipaje. Unos pocos, novedades en el mercado, los compró en tiendas especializadas a precios normales; el resto, en charity shops, establecimientos con multitud de productos usados pero en buen estado con el precio muy reducido, del que parte se detina a beneficencia. En estas tiendas te vuelves loco paseando entre miles de cds (y libros y películas y objetos de todo tipo, como en nuestras tiendas de viejo) y acumulando en las manos aquellos que por una, dos, y hasta media libra, te vas a llevar a casa para tenerlos en estado original y recrearte en sus imágenes, textos y diseños.
Quizá cuando vuelva a Londres yo me lleve 40 o 50...
Mi hermano ha vuelto de Londres con un cargamento de 22 discos en el equipaje. Unos pocos, novedades en el mercado, los compró en tiendas especializadas a precios normales; el resto, en charity shops, establecimientos con multitud de productos usados pero en buen estado con el precio muy reducido, del que parte se detina a beneficencia. En estas tiendas te vuelves loco paseando entre miles de cds (y libros y películas y objetos de todo tipo, como en nuestras tiendas de viejo) y acumulando en las manos aquellos que por una, dos, y hasta media libra, te vas a llevar a casa para tenerlos en estado original y recrearte en sus imágenes, textos y diseños.
Quizá cuando vuelva a Londres yo me lleve 40 o 50...
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