Se canta mejor con la vista a oscuras y las venas marcadas en la garganta, aunque no seas de New York. No importa, ella te lleva hasta allí, te abrazas a su hermosura, a su piel de chocolate. Gritando a dos voces al borde de la costa, junto al fin del mundo, en días largos y en compañías que detienen el tiempo. La piel de gallina.
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