En esta mañana lluviosa la radio me ha quitado unos años, la música ha revivido el tiempo de una juventud que tuvo Mar adentro entre sus himnos. Será porque somos los que crecimos y seguimos junto al mar más nostálgicos que quienes viven atrapados por la tierra. Oh, aquel rubio silvestre que en sus gritos parecía poseído, entregado al amor en los labios mientras parecía subir la marea con cada estribillo. Nos sabíamos aquel primer disco de memoria, El mar no cesa. Los cuatro tipos amenazantes en pie sobre las rocas. Y el segundo, claro. Perdimos la virginidad de los conciertos atrapados entre dos tierras, tragados por el mar lejos de la costa, nos dejamos la voz en la prisión del deseo. Luego ya no, luego se olvidaron las nuevas canciones. Y luego el rubio ya fue moreno, y ya no hubo cuatro. Ya nada fue igual. Ahí dejamos parte de nuestra inocencia. Siempre queda el mar, al menos, en un día lluvioso como este.
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