LIVE IN 297: 10 CANCIONES + 1

10 por redondear. 10 que podrían ser de los 10. 10 canciones que he escuchado varias veces este año de lo buenas que son. 10 de 10. Feliz 2024 a tod@s.

 

The narcissist (Blur)

Fireflies (Devendra Banhart)

Wicked kind (Dylan LeBlanc)

The bitter end (Eilen Jewell)

Bearing witness (Glen Hansard)

King of Oklahoma (Jason Isbell & The 400 Unit)

Small wonder (Joe Henry)

Highway 72 (Jolie Holland)

Charlie Parker (Jonathan Wilson)

Someday (Josh Ritter)

...

y el disco completo I inside the old year dying, de PJ Harvey. 

 

SOUNDTRACK 277: ROBBIE & MARTIN

El lazo indestructible de su amistad, dicen, surgió con El último vals. Martin y Robbie pasaban muchas horas juntos, escuchando música, hablando de cine... y tomando drogas entre pasiones desbordadas. Desde entonces, con la Banda echa trozos, Robbie trabajó para Martin en varias de sus bandas sonoras, supervisando, asesorando, consultando, componiendo. Su última unión, su último vals, ha sido Los asesinos de la luna: Robbie firma una música absorbente, que brota de la tierra como el oro negro que sale de su suelo, con guitarra eléctrica para una historia de comienzos de siglo XX. Martin sella un trabajo de maestro, de una crueldad bella, difícil. La dedicatoria es para Robbie, que en algún lugar espera a que sus amigos le saluden de nuevo para seguir escuchando música.

EL CAFÉ

Ese café que me sirve el desayuno, el murmullo de la lectura del periódico, las canciones de los setenta a deshora. Empieza el día. El café se llena esta tarde. Esperan parejas a que una mesa quede libre. Las canciones ahora no se distinguen. Dos hombres comienzan la batalla sobre un tablero de ajedrez. Otros dos se reencuentran cuando se lo permite su tiempo, un par de veces al año, con suerte. Una manzanilla, uno con leche, un té, un refresco. Dos horas y la edad, los achaques, las lesiones, las tensiones, las noticias, las películas de las que siempre han hablado, un par de libros y sus autores. Ese café donde el tiempo no corre.

GREATEST HITS 329: NO QUARTER (LED ZEPPELIN)

En no pocos momentos la música nos invita a fusionarnos con ella, a ir de la mano para entrar en un sueño. Damos pasos cautelosos mirando por encima del hombro, explorando un túnel de sombras hacia un enigma que debería esperarnos al final, sin saber qué hará con nosotros. Así, en un estado de inconsciencia tenebroso y seductor, nos adentramos en canciones como No quarter, en un mundo fantasmagórico en el que dos niños desnudos escalan en la Calzada del Gigante. Cierra los ojos y ve a ese lugar cuando amanece, John Paul Jones prepara un embrujo, John Bonham martillea en el subsuelo, Jimmy Page expande un eco hechizante y Robert Plant oficia la ceremonia. Un tema de una dimensión desconocida.

VOLUME TWO 120: TIFT MERRITT

¿Con cuántos músicos nos preguntamos, al darnos cuenta de que los echamos en falta, a qué se deben sus largas ausencias? Surge esta pregunta y otras parecidas en esos momentos inesperados en que sus canciones vuelven a escena, irrumpen sin avisar, sigilosas pero erguidas, como una llamada a la advertencia, a percatarnos de la excelencia que nos estamos perdiendo mientras duren esos paréntesis. El de Tift Merritt va para siete años, desde aquel excelente Stitch of the world (2017). No había sido antes tan disperso su repertorio de exquisita hechuras americanas, salpicado con bocados tan deliciosos unos como otros: Bramble rose, Another country, See you in the moon, Traveling alone. 

Merritt, nativa de Houston pero pronto asentada en Carolina del Norte (qué tendrá esa tierra que ha bautizado o apadrinado a virtuosos de todos los géneros), surgió tras hacer músculo en modestas bandas locales, pero cuando su debut con Bramble rose puso en sintonía a los más atentos cazadores de nuevas ondas empezó a codearse con gigantes a ambos lados del espejo al meterse en el estudio: George Drakoulias, Tucker Martine o Sam Beam en la mesa; Mike Campbell, Neal Casal, Eric Heywood, Andrew Bird, Burns y Convertino en los instrumentos. Ella daba más altura a ese entorno con su voz sedosa y letras y canciones que rascaban bajo la ternura de su superficie. Escuchar ahora cualquiera de sus discos es, al instante, echarla de menos.

PORTOBELLO, OTRA VIDA

La historia la conté alguna vez en este cuaderno, la de la tienda de discos donde la música me llamó a su tribu. Se llamaba Portobello, allí pasamos de niños a adultos con canciones que fueron cadenas y lazos que nos ataron para siempre.

Jaime era su dueño, hablaba con nosotros, nos guiaba, contaba historias que no sabías bien si eran fábulas o certezas, tomábamos café, hablábamos de películas. Él ayudaba a los músicos de mi ciudad. Y nos vendía discos, por supuesto.

Murió hace cuatro años, estaba enfermo. La tienda llevaba años cerrada. La música la comprábamos en otra parte, o no la comprábamos. Nos acordamos de todas aquellas tardes que pasábamos en la tienda, con palabras, con discos.

Hace unos meses empezaron obras en el local, que perdió su antigua pintura, su logo, su esencia. La reforma llega a su fin. ¿Y sabéis qué? Que en su lugar habrá una pequeña escuela de música que está a punto de abrir. Se llamará Portobello.

LIVE IN 296: LA MÚSICA DE SAM BEAM

La música de Sam Beam no tiene líneas rectas ni termina al final de un camino. Se entra en ella a través de una gasa que cubre el viaje hasta que ya no hay más notas y te deja flotando como si te hubieras quedado sin peso. Las nubes cuelgan sobre su cabeza en los escenarios; sobre las nubes, en reposo y a la espera de algo incierto pero seguro, me he sentido después de haber vivido sus conciertos. Exploran la vida, se exploran a uno mismo, te absorben esas canciones, te convierten en algo que no aciertas a describir. Los discos de Sam Beam (la música de Iron and Wine) son escandalosamente buenos. Raro es que no me sienta un oyente privilegiado.

GREATEST HITS 328: SPANISH EYES (U2)

La navegación al azar por la Red me conduce a Spanish eyes. ¡Spanish eyes! Oh, qué tiempos... solo de pensar en el descubrimiento de aquella canción perdida, solo con ver a estos irlandeses aún algo ingenuos explorando la profunda America, solo pensar en lo que U2 se convirtieron... "Ahora que empezamos a ser una banda famosa...", decía Bono en aquel documental para dar a conocer The Joshua Tree, en el desierto, en garitos donde se bebe a media mañana y se juega al billar, en la azotea de un edificio de Los Angeles parando el tráfico. Y allí estaba Spanish eyes, que se había quedado fuera del álbum, que se había perdido entre las grabaciones, que aparecería como cara B en el single de I still haven't found... Que tenía la categoría de una cara A en toda regla. Ay, algunos (muchos) estábamos locos por ellos.

BONUS TRACK 283: IF I SHOULD FALL FROM GRACE WITH GOD (THE POGUES)

Los Pogues aparecen borrosos en mi memoria, a fuerza de fogonazos eléctricos que me llevan a las tabernas de los días universitarios, a un viaje de regreso a aquella casa en la nieve que nos dio cobijo un fin de semana, a la hora de cierre una o más noches de juerga, un tiempo que parece convertirse en arena. Pero los chicos no estaban entre mis discos, nunca tuve el arrebato de buscar alguno de aquellos tres primeros trabajos que convirtieron su culto en éxito para poder pincharlo cuanto quisiese. No encontraba poesía en la furia, hasta más tarde. El caso es que hoy que he leído que la dentadura podrida de Shane McGowan ha dejado de masticar he vuelto a aquel If I should fall from grace with God de 1988 para destapar recuerdos y emociones difusas. Cobran vida sobre las notas, melodías y la rebeldía punk de The Pogues cuando suenan milagros como Lullaby of London, Fairytale of New York o Thousands are sailing.