lunes, octubre 10, 2022

ZOO TIME


Fue un momento nada más, un cruce silencioso que no tuvo ni el saludo de una inclinación de cabeza. Él iba distraído en una conversación al teléfono móvil, yo estaba en otra en el otro lado de la calle peatonal; él miraba hacia las fachadas mientras hablaba, yo no miraba a nada en concreto, cuerpos y rostros que no distingues unos de otros. No me vio, yo sí y lo reconocí, tardé unos segundos en hacerlo. Vaya, qué coincidencia sin ocasión de pararnos un rato y ponernos a hablar. Minutos más tarde vino el pasado a mí. Más de 30 años atrás, fuimos juntos a aquel concierto de U2. Él me esperaba en Burgos, donde estudiaba; yo me bajé allí del tren para coger otro con él de madrugada para que nos llevara a San Sebastián. Llegamos a las ocho, compramos fiambre y pan y nos fuimos a hacer cola en primera fila en Anoeta. La tele me captó en una ráfaga para el telediario. Zoo Station, los coches berlineses, las pantallas, Bono. El primer concierto de U2. Nos acercamos hasta el hotel del grupo, pero no vimos a nadie. Volvimos en tren a nuestras casas. Nos vimos en la calle donde vivo muchos años después. Recordamos los discos piratas de U2 que nos pasábamos, aquel viaje, aquel concierto. Mi vida aquí, en casa; la suya en su pueblo. Hoy lo he vuelto a ver. Él no. Un camino y otro.

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