¿Cuántas veces les ocurre que se meten en una canción, o una canción se mete en ustedes, y de alguna forma íntima y fulminante sienten que quieren vivir en ella? Long way abre su puerta a viajar dentro. O es que Tom Petty aún respira en ella y se encarga de sellar el billete para desearle al viajero un feliz desplazamiento a cualquier lugar donde sentirse libre. Si Tom revive en el tren, Eddie conduce la máquina. Eddie Vedder el maquinista, un tipo al que hace mucho que quiero demasiado. Y Earthling (Republic, 2022), su tercer disco (o segundo, eso se puede discutir), es el vagón de las delicias que conduce al deleite pasajero de la música que se te clava en la piel.
Maticemos,
desde el enfoque de un fundamentalista pearljamiano (y muchas otras
cosas más, para bien o para mal). Vedder no ha hecho un disco colosal ni
extraordinario, pero sí un disco que, según te pille, está fenomenal. Y
a quien esto escribe le ha cogido de buenas, sensible, fiel a sus
ídolos, con ganas de buen rollo, intenso y directo, joven de ánimo aún.
Pues todo eso se advierte al escuchar Earthling. Hoy lo vierto así,
mañana igual también.
Concretemos. Long way es
la perla más valiosa del cofre, donde otras piedras preciosas se cotizan
por las nubes, como cuando Pearl Jam reaparecen ausentes en los
crescendos vigorosos de Brother the cloud o Rose of Jericho, cuando
Stevie Wonder enchufa su armónica desbocada en Try o el gran Elton John
rejuvenece fulgurante en Picture. Hay más diamantes bajo llave (The dark, Fallout today), muy fácil de mover para disfrutar.
Nota: 8/10
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