El género documental, con toda su capacidad para jugar con la narración, es capaz de hacer que te interesen o te gusten temas y protagonistas que por lo general no son de tu interés o tu agrado. Por ejemplo, Pulp. El documental Pulp. A film about life, death and supermarkets consigue que me interese durante hora y media por el grupo británico, que nunca me ha gustado. La banda, uno de los más reconocidos exponentes del brit pop que se había formado bastantes años antes de su eclosión, dejó de grabar discos en 2001 después de siete trabajos. Hasta 2012 siguieron tocando en algunos festivales y aquel año decidieron despedirse para siempre con una última gira que terminó en la ciudad que les vio nacer, Sheffield. El documental de Florian Habitch recoge ese concierto final, pero ese éxtasis musical de entrega y agradecimiento en el Motorpoint Arena no es lo mejor.
Lo mejor es, como justificando una de sus canciones más conocidas, Common people, los momentos en los que el filme se detiene en la gente corriente de Sheffield: en las ancianas que van al supermercado, en los vendedores de carne, los afiladores de cuchillos, el vendedor de periódicos... en los fans que quieren despedir a Pulp, como esa joven enfermera y madre soltera de Atlanta que viajó desde tan lejos a Inglaterra solo para ver en vivo a Jarvis Cocker... en los miembros de la banda, con sus dolores de huesos, su equipo de fútbol o su destreza para cambiar un neumático pinchado, como el propio Jarvis antes de decirnos que toda esa gente corriente, él entre todos ellos, sigue con sus vidas adelante.
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