Hay
música, bandas, que te aportan en vivo algo diferente
a cuanto te han dado los mejores conciertos de tu vida. Una
intensidad inequívoca. Un éxtasis liberador. Una distinción fuera
de lo común. Acaba la velada y te dices varias cosas: cuánto
ruido han hecho…
qué
rayantes se han puesto… qué exquisitos parecen… qué
buenos son estos tíos. Wilco.
En
Oporto hace unos años sentí lo mismo que hoy en A Coruña, en la
calidez del Palacio de la Ópera. El saber estar, el saber ser, el
saber brillar se gana con el tiempo y las giras, con un prestigio
auténtico que va más allá del nombre y su peso y de toda
veneración. Wilco son división mayúscula. Músicos sublimes
dotados de naturaleza asombrosa.
Dos
horas diez, 26 temas y un maravilloso set acústico para cerrar.
Todos en pie. Magníficos. Art of almost, Spiders o Impossible
Germany obligan a la ovación. Lo mejor: que cuando esperas que tu
mejor acompañante te vaya a decir que no le ha gustado mucho el bolo
te sonríe celebrando lo bien que se lo ha pasado.