Tan
simple. De
fondo, tras el murmullo de los teclados, nos enteramos de una
noticia: una familia encuentra un donante de corazón para que el
padre sea operado. Nos lo cuenta el hijo. Esperanza. Alegría. Eso es
un corazón de oro. Y en la emisora, él
o la que escoge la música apropiada para ajustarla a un relato o una
historia hace sonar una canción válida para cualquier momento. Una
canción que siempre suena bien.
jueves, febrero 25, 2016
sábado, febrero 20, 2016
SOUNDTRACK 180: AMY. LA CHICA DETRÁS DEL NOMBRE
Detrás
del nombre, la imagen y el producto creado, estropeado y deshecho
había una chica, sí, una chica demasiado ingenua, demasiado
equivocada, no muy inteligente, manejable e inestable, dotada de una
voz singular, como rescatada de archivos perdidos de los viejos
sellos de soul y jazz, y una mejor capacidad interpretativa exhibida
en sus primeros años de carrera, como si expulsara fantasmas con
fingido cansancio o impostada
dejadez,
al estilo de Dinah
Washington, Ella Fitzgerald y otras
damas sagradas.
Muy lejos de ellas
estaba Amy Winehouse.
Apareció, la moldearon y
deslucieron (los
medios, la industria musical, la sociedad de consumo, morbo y zafio
espectáculo) y se extravió. Entre todos la mataron y ella misma se
mató.
Amy (La
chica detrás del nombre) documenta
el descubrimiento, éxito, impacto mediático, perdición y muerte de
Amy Winehouse, una de las últimas víctimas despiadadas de los
torbellinos condenatorios de la música popular. Lo hace a
través de archivos
y sobre todo grabaciones
amateurs,
la mayoría inéditas, fotos
(algunas
congeladas largo tiempo con escalofriante elocuencia) y
confesiones de sus personas más allegadas (familia, amigos, su
expareja,
un
manager,
un
guardaespaldas).
Los testimonios y las propias imágenes hablan por sí solas de
la
degradación a la que Amy llegó,
de
sus malas compañías y peores hábitos.
No
necesitan críticas, aunque se echa en falta que este repaso
documental a la tragedia de Amy no salpicase apenas a la industria del
espectáculo, como si la despiadada maquinaria para hacer fortuna con
una estrella fuera un actor de reparto que pasaba por el lugar.
Amy es un buen documental.
Probablemente gane el Oscar este año, en el que compite entre otros
con otro recorrido por la vida y carrera de una ilustre señora de la
música, Nina Simone, mujer y artista inmensa, temible, genuina y
loca, que se comía de un bocado a Amy Winehouse.
VOLUME ONE 391: LIVIN' ON A HIGH NOTE (MAVIS STAPLES)
Conservarse así de bien para
cantar con dignidad e interpretar con agraciada distinción es
envidiable. Mavis a los 76 años levanta aún buenos discos. Bajo el
sello Anti-, la más entrañable y aventajada de las hermanas Staples
vuelve a grabar con la confianza de ponerse en manos de músicos de
generaciones más jóvenes para que produzcan su música. A Jeff
Tweedy en los estupendos You are not alone y One true vine le sucede
M Ward en Livin' on a high note (2016), de nivel menor pero también
gratificante. Mavis entra en temas Bon Iver, Nick Cave o Neko Case
para teñirlos de voz, ritmo y alma soul, como si fueran canciones extraídas de los lejanos discos de Staples Singers. Se va apagando mientras
avanza y al contrario que los dos álbumes anteriores carece de piezas
memorables con las que venerar a la gran señora.
Nota: 7/10
lunes, febrero 15, 2016
VOLUME ONE 390: VISIONS OF US ON THE LAND (DAMIEN JURADO)
Extraño
experimento el de Damien Jurado para su último trabajo, Visions of us on the
land (Secretly Canadian, 2016). Esa portada que recuerda las cubiertas de Hawkind, Caravan o Yes... El activo músico de Seattle (15 álbumes desde
1997) da un paso corto desde su trabajo anterior, el equivocado Brothers and
sisters of the eternal son (2014), y ahora se columpia entre la psicodelia y el
folk, con percusiones relajadas y efectos sonoros estrafalarios, con climas que
retraen a scores de films de James Bond o policiacos franceses de los años sesenta
y setenta sin desprenderse nunca del aire de introspección ausente que cubre al
autor. Descoloca entrar en el disco y dejarse llevar por sus canciones, excitadas
unas y apagadas otras. Uno tiene la impresión de escuchar de paso a Donovan,
Nick Drake o John Martyn absorbidos en pleno viaje cósmico. Desconcierta y
pica, pero al rascar agrada.
Nota: 6,5/10
viernes, febrero 12, 2016
SOUNDTRACK 179: CAROL
Contar el amor, desvelar una
atracción, desnudar las pasiones. Las películas lo han expuesto de
miles de maneras. En las parejas de toda la vida, entre hombres,
entre mujeres, entre hermanos, familias y amigos. La clave de su
poder para vernos reflejados está en traspasar la piel y anidar en
nuestras más profundas emociones, en provocar el estremecimiento. De
eso se trata. La última película que me lo ha transmitido así es
Carol, lujosa, detallista e impecable balada cinematográfica
dirigida por Todd Haynes, ese estilista de lo añejo (Lejos del
cielo) y laberíntico explorador musical (Velvet Goldmine, I'm not
there). Dos actrices extraordinarias (poderosa Cate Blanchett, frágil
Rooney Mara) conducen su enamoramiento a destiempo, entre rancios
convencionalismos y emociones calladas, presas de la amenaza de la
inadaptación. Cómo se miran, cómo se rozan, cómo se aman.
Maravilla.
sábado, febrero 06, 2016
VOLUME ONE 389: MORE RAIN (M WARD)
Música balsámica contra la
pereza y el tedio. Un trago de optimismo para la esperanza. La lluvia
de Matthew limpia, refresca y en ocasiones se atreve a entusiasmar.
Eso consigue su último álbum, More rain (Bella Union, 2016). Este
hombre siempre me ha caído bien. Buen compositor y mejor
guitarrista, de los que su técnica invisible clarifica y embellece
las canciones. Joyas que crea o revive junto a Zooey Deschanel en los
volúmenes de She & Him son buena muestra. Desde su parcela de
confortable independencia en la que agita con sutileza el pop y el
folk con velos de sonido y esencia indies, M Ward compone y construye
desde finales de los noventa una singular carrera. Tiene experimentos
desnudos, juegos desconcertantes y colecciones deliciosas, como lo
eran los magníficos Hold time (2009) y A wasteland companion (2012).
Nada en su obra suena artificioso, en cambio. Su nuevo disco, no tan
completo ni redondo, desprende esa entrañable sensación de volver
atrás en nuestros días, regresar a mucho antes de que hubiéramos
entrado en este mundo, para celebrar hermosas (Pirate dial, Slow
driving man) y divertidas (Girl from Conejo Valley, Confession)
canciones.
Nota: 7,5/10
viernes, febrero 05, 2016
VOLUME ONE 388: K 2.0 (KULA SHAKER)
Las
rutas que seguimos en nuestro peregrinaje musical nos reencuentran
con músicos y bandas que dábamos por perdidos. Nunca seguimos de
cerca a algunos que
en su día
algo grato nos dijeron cuando aparecieron cabalgando
en las olas del éxito, tampoco los
echamos en falta cuando se escondieron y
del mar cayeron a la arena.
Kula Shaker vale como ejemplo. En veinte años (¡ya!) solo han
grabado
cinco discos, el quinto ahora, K 2.0 (Strangefolk, 2016), rematado en
el curso de una carrera que huye de la estabilidad pero a la que no
le afecta la dispersión del grupo. Es estimable y consistente el
nuevo álbum de los londinenses, todavía apegados al exotismo de los
sonidos indios y enraizados a la tradición rockera británica
heredada de bandas como los Small Faces. Riffs crujientes, voces
abierta, canciones libres.
Les sigue faltando una personalidad distintiva, compensada
con la virtud de no reaparecer a destiempo y, como les pasa a colegas
cercanos, sin nada que decir.
Nota:
7,5/10
SOUNDTRACK 178: INSIDE METAL (A HEADBANGER'S JOURNEY)
El heavy metal no es lo mío.
No me gusta. Mi interés siempre ha sido escaso. Salvo indagar en sus
orígenes (todo cuanto lo relaciona con bandas como Zeppelin, Purple,
Cheer o Sabbath y otras de menor presencia), mis acercamientos han
sido tímidos o desganados. Quizá porque siempre estuve alejado del
cuero y el sudor, la laca y el maquillaje, el ruido, Satán,
religión, muerte y todo cuanto con el paso de los años se ha ido
vinculando al heavy y a sus numerosos afluentes, corrientes y géneros
derivados. Pero leo a veces cosas interesantes sobre el heavy metal y
su inmensa tribu de seguidores o el presunto efecto pernicioso que
causa tal música, sus textos o su imaginería en los fans más
jóvenes y que explica, en opinión de mentes obtusas y retrógradas,
algunos comportamientos violentos. O veo cosas como este documental,
Metal. A headbanger's journey (2005), una aproximación muy certera y
entretenida al heavy de toda la vida.
Uno de sus tres firmantes es
Sam Dunn, seguidor incondicional del heavy. A su lado seguimos un
recorrido antropológico por sus raíces, su sonido, sus aficionados,
sus estilos, su cultura, el modo de vida que late alrededor del
heavy, sus polémicas, sus connotaciones. Hablan productores,
managers, estudiosos; y fans que se enorgullecen de ser tenidos por
bichos raros o que explican por qué adoran la furia atronadora de
esta música o la visceralidad de sus ídolos; y por supuesto de
nombres del heavy metal (Iommi, Dio, Lemmy, Snider) que salpican el
trayecto de episodios delirantes, declaraciones de intenciones o
momentos bochornosos. Recomendable (el heavy a distancia).
lunes, febrero 01, 2016
SOUNDTRACK 177: 'SPOTLIGHT', LA VERDAD
Con menos frecuencia, aunque todavía, las películas de hoy nos proporcionan placeres extraordinarios, orgasmos que conjugan la celebración de ser espectadores de una elogiosa claridad expositiva con la satisfacción que produce la generación de fuertes emociones. Spotlight, film de Tom McCarthy nominado a seis premios Oscar este año, es una de ellas. Quienes nos dedicamos a escribir a diario, a informar y a acercar al ciudadano las verdades de nuestro entorno, probablemente elevemos por encima de lo normal la intensidad del gozo.
La película
navega por las pesquisas que el equipo de investigación Spotlight, del
periódico The Boston Globe, emprendió hace más de una década para desvelar numerosos
casos de pederastia con sacerdotes católicos que fueron silenciados por la Iglesia.
La cobertura de tan terrorífico caso, por desgracia mostrado a la luz en los
últimos años en países de distintas culturas, se enseña en el film de un modo tan
eficaz como apasionante. Directo, preciso, exigente, veraz, profesional. Duele más
constatar el silencio al que se acogió la Iglesia y otras instituciones para
encubrir sus miserias que la depravación misma de sus manzanas podridas.
La
brillantez mayúscula de Spotlight se apoya en el rigor de su guión y la
agilidad de su dirección. Y sobre todo en un soberbio reparto de actores transmutados
en periodistas ejemplares, defensores obsesivos de la búsqueda de la verdad. El
trabajo excepcional de tipos como Michael Keaton, Mark Ruffallo, Liev
Schreiber, Rachel McAdams, Stanley Tucci, Brian D’arcy James y John Slattery llevan
la película a la altura de la perfección.
No ensalzaré
el oficio periodístico pese a que la visión que de él ofrece Spotlight lo
dignifica precisamente en unos tiempos en los que ha caído en la dispersión y
la vulgaridad. Su raíz vocacional, aquí en nuestra vida real, la advierto enterrada,
difusa. Es un trabajo desagradecido y frustrante cuya entrega y tenacidad se
ven muy a menudo ignoradas. Las películas tendrán siempre la tendencia a
embellecerlo. Bueno, eso es de agradecer.
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