viernes, julio 31, 2015

VOLUME ONE 372: DIDN’T IT RAIN (AMY HELM)


Amy Helm es hija de Woodstock, de Big Pink, de Levon Helm. Nació al norte de Nueva York en 1970, cuando su padre y los cuatro canadienses de su banda fraguaban sus primeros álbumes, ya salidos de las sesiones del sótano. En la gran ciudad, ya adolescente y alejada de Levon, se movió en círculos musicales apegados a las raíces, al folk, al gospel y al bluegrass. Así formó parte del delicioso grupo Ollabelle. Volvió a juntarse con su padre para participar en los últimos discos de su vida, a finales de la década pasada, con los que Levon creaba nueva música en 25 años. Ahora Amy acaba de publicar su primer trabajo, Didn’t it rain (eOne, 2015), pariente más próximo a Ollabelle que a los postreros cantos de papá.

Da gusto detenerse en la armoniosa familiaridad que desprende este álbum y recrearse en la preciosa compenetración musical que emana de las canciones. Porque suenan enderezadas y cristalinas las guitarras (algunas de Larry Campbell), elegantes los teclados y compacta la producción de Byron Isaacs, colega de los días de Ollabelle. Al cantar, Amy aporta la dosis modesta de humildad y sentimiento que enriquece todo el trabajo.

Nota: 8/10

martes, julio 28, 2015

BOOTLEG SERIES 45: WATKINS FAMILY HOUR


Al mirar bien la foto descubro alguna cara familiar: el del sombrero es Benmont Tench; el del fondo sentado parece Greg Leisz, madre mía qué dos musicazos de vasto recorrido y exquisitas manos; y la mujer de la derecha diría que es Fiona Apple, vaya qué poco se deja oír y mira por dónde aparece. Ninguno firma el disco, que toma el nombre de los hermanos Watkins, Sara y Sean (los dos del centro en la imagen), para registrar una hermosa grabación aparecida esta semana: Watkins Family Hour. Ellos tienen buenas amistades y digna música country y folk; esta unión deja una reconfortante sensación. No van a romper moldes ni a dejarnos sin habla. Ni lo pretenden ni es necesario. De hecho, apuestan por versiones (Grateful Dead, Dylan, Lightfoot y Lindsey Buckingham entre los más conocidos), nada extraordinario. Pero al prestar atención a las canciones entran y salen lustrosas guitarras y acogedores teclados que nos meten las ganas de haber estado presentes en el estudio.

miércoles, julio 22, 2015

VOLUME ONE 371: SING INTO MY MOUTH (IRON AND WINE & BEN BRIDWELL)


El descanso de unos pocos días me ha dejado echarle la mandíbula con detenimiento a discos que merecen atención y cierto reposo, más de una escucha para descubrir hallazgos y virtudes sutilmente encubiertas. Las tiene Sing into my mouth (Black Crickett, 2015), colaboración entre un genio de la altura de Iron and Wine/Sam Beam, quien apuesto a que nunca dejará de entusiasmarme, y Ben Bridwell, miembro fundador de Band of Horses. La unión crea un trabajo que navega equilibradamente entre la bruma climática de Iron and Wine y la nostalgia fugitiva de Band of Horses.

Apuestan por versiones poco convencionales, alejadas algunas de los terrenos por los que los autores caminan (Sade, Spiritualized, Talking Heads, El Perro del Mar) y llevadas todas a su propio entorno musical. Llora la steel guitar de Paul Niehaus (Calexico) en la banda y las voces de Beam y Bridwell, arropadas por texturas tan elegantes como retorcidas, se confunden a veces para conferir de una sólida fortaleza al experimento. Algún tema sigue sin entrarme, pero otros (Bullet proof soul, Magnolia, No way out of here) me pirran.

Nota: 8/10

martes, julio 21, 2015

SOUNDTRACK 169: PIXAR / INSIDE OUT


Muchas veces, la mayoría de las veces, Pixar es el padre y la madre que nos sacan de un apuro, el tronco del naufragio. Las películas de Pixar nos devuelven a la infancia sin perder el presente, nos hacen reír como niños y disfrutar como adultos. O al revés. Las historias que anima Pixar (Ratatouille, Los increíbles, las tres de Toy Story o Monstruos S.A., por poner unas pocas de las mejores) rebosan ternura, hilaridad, inteligencia, ritmo, emoción y humanidad. Alabado sea.

Inside out (Del revés) quizá sea su cumbre. Sin quizá. Es su Everest. Porque nos radiografía. En ella nos vemos todos, con nuestra alegría, nuestra tristeza, nuestra repulsión, nuestra ira y nuestros miedos. Así somos y así seremos. Y dentro de mucho tiempo, cuando llegue el día del juicio final, nos acordaremos del primer día que la vimos compartiendo lágrimas y carcajadas, y de todos los demás días en que la veremos de nuevo. La película de nuestra vida. O la vida misma.

sábado, julio 18, 2015

VOLUME ONE 370: LIVE AT RED ROCKS (AMOS LEE WITH THE COLORADO SYMPHONY)


Los directos se viven, no se escuchan. Claro que se pueden escuchar, pero es mucho mejor estar en ellos. Quiero decir: si no puedo asistir al concierto pierdo el interés por tener que conformarme con escuchar esa actuación en un disco. Sí, escuchar un directo me desanima. No recuerdo cuál fue el último que compré. Descargado hace poco está en cambio el que supone el nuevo lanzamiento de Amos Lee, músico al que entré por el roce y el cariño, que me fue cayendo bien a medida que descubrí que el chico era bastante más que una buena voz y, al que disfruté en un concierto en Barcelona imposible de olvidar. Junto a la mujer más bonita del mundo.

Y eso que su directo Live at Red Rocks (ATO, 2015) me dio miedo nada más enterarme de que estaba grabado. Con una orquesta sinfónica entre rocas y el desierto, echándole huevos. Vale, al menos la apuesta es diferente y tiene cierto riesgo. O sale entronado o se desploma. Desconozco cuántos músicos juntó Amos Lee con sus violines, trombones, tubas y percusiones, además de a su propia banda. El caso es que la intensidad de la orquesta apenas estorba: refuerza bien algunos temas y es prescindible en otros. Son las canciones del primer álbum y de Mission bell las que más suenan, corpulentas, crecidas y con el punto emotivo que la voz juguetona y cálida de Amos Lee aporta. Catorce temas y menos de una hora, para no abusar. Está bien, pese a no haber estado allí. Y a la chica bonita le habrá gustado. Me ha dicho que sí.

Nota: 7/10

VOLUME ONE 369: STAR WARS (WILCO)


Está bien eso de hacer un regalo a los fans, publicar un disco sin avisar, sin dar antes ninguna pista, y colgarlo en tu página web para que te lo descargues gratis. Si te lo puedes permitir, perfecto. Pero hombre, mejor hubiera sido haber regalado algo más decente que esto, algo con un poco de carne y cuidado, no piezas destartaladas que parecen descartes guardados en baúles polvorientos precipitadamente ensamblados para constituir un álbum completo de poco más de media hora. Wilco regresa con una cosa llamada Star Wars (2015), se supone que su nuevo disco de estudio, en venta oficial el mes que viene. Me lanzo a ello y caigo en una piscina vacía. Ruidoso, con malabarismos sonoros irritantes, feas guitarras, ensayos fugaces de temas quebrados. El grupo regodeándose en lo innovador (y guay) que es. Se salva una balada (Taste the ceiling) y algunos pasajes de temas cortados bruscamente, nada más, que es muy poco para una banda como Wilco. El disco de Tweedy y su hijo ya era duro de tragar. Esto, lo peor desde Yankee Hotel Foxtrot, es penoso para la digestión. (Y apuesto a que algunas páginas analizarán con detalle semejante broma.)

Nota: 2,5/10

miércoles, julio 15, 2015

LIVE IN 177: STING CONTRA LA ABSTINENCIA


Cuando vuelves a un concierto después de cierto tiempo, te metes en el meollo y dejas que la música te agarre por el cuello, oh, bendito sea ese regreso. Bendita sea la música. Vale cualquier buen artista o cualquier buena banda para curarte de la abstinencia de conciertos a la que las exigencias cotidianas y cierta pereza te han condenado. Podría haber ido a ver de nuevo a Ben Harper, o a Dylan otra vez incluso (bueno quizá ya no), o a tragarme un día del cartel de un decente festival; pero sin moverme de casa me conformé con Sting, quien me hizo pasar una velada de lo más reconfortante en el Coliseum de A Coruña.

Sting nunca me va a volver loco, pero vaya, este hombre, con 63 años y una voz, un saber estar y un carisma rejuvenecidos pese a la espesa barba de mendigo que ahora luce, no suele defraudar. Se detuvo tres fechas en España dentro de su gira europea. Y a mí él y su banda (David Sancious, Dominic Miller, Vinnie Colaiuta, Jo Lawry y Peter Tickell) me convencieron de sobra. Apostaron por un repertorio fiable de los que agradan al público y dejan grato recuerdo y sabor de boca, compuesto básicamente de éxitos de Sting y The Police. Ahí estuvo la clave, en que volviéramos muchos a vibrar, emocionarnos y saltar un rato con Roxanne, So lonely, Walking on the moon o una sensacional Message in a bottle.

No fue un concierto que vaya yo a incluir en el Olimpo de conciertos vistos en mi vida dentro de muchos años, pero sí un bolo nostálgico para nostálgicos, ideal para reconciliarse con la pureza original de la música. Bravo.

domingo, julio 12, 2015

BOOTLEG SERIES 44: TRUCKERS KICKERS COWBOY ANGELS


¿Cuál es el origen del country rock? ¿Dónde está su glorioso nacimiento? Podríamos viajar hasta Elvis, hasta Hank Williams, quizá un poco más atrás. Pero dejémonos de viajes iniciáticos y de estudios y teorías profundas, es mejor dejarse llevar por la ligereza de los años de florecimiento de esta música tan genuinamente americana.

Ahora que es temporada baja y que uno no encuentra alicientes contemporáneos, se echa a un lado para regresar a otra época e imaginarse en otras latitudes y escenarios: carreteras, polvo, desierto, praderas, vaqueros, camiones, barras de bar, gasolineras… El periodo 1966-1975 es el que cubre una colección de cds dobles titulada Truckers, Kickers, Cowboy Angels. The bliss-out birth of country rock, del sello Bear Family. Se han publicado ya cuatro, en agosto y septiembre habrá otros tres y aún faltará alguno más hasta llegar a 1975. Gram Parsons junto a un camión de carga en diferentes imágenes ilustra cada entrega de esta recopilación.

El trabajo es bastante completo y muy agradecido. Hay autores y grupos de primera fila (Kristofferson, Flying Burrito Brothers, Byrds, Gene Clark, The Band) no necesariamente con sus canciones más reconocidas; hay mucha segunda división (Rick Nelson, Mickey Newbury, Poco, Lonnie Mack) y también un nutrido espectro de nombres olvidados o muy poco conocidos (Cowboy, Corvettes, Swampwater, Country Funk). Uno siente que viaja in situ a otros climas, es cierto, y descubre la lejana y aún caliente llama de una música, el llamado country rock, tan influyente en una amplia cantidad de músicos -brillantes unos, discretos otros- de las últimas dos décadas.

miércoles, julio 08, 2015

HAPPY BIRTHDAY BROTHER


Las canciones lo cuentan todo. De forma más bella. Como las celebraciones: 38 años de buen entendimiento, música y amor. Felicidades, maestro.

sábado, julio 04, 2015

VOLUME TWO 73: DAWES


Dos apuntes, dos juicios. He leído de ellos que en cada álbum (de buena acogida) hay un par de canciones sobresalientes que ensombrecen a las demás. He escuchado decir de ellos que todo en sus discos está muy bien puesto en su sitio, pero que es demasiado correcto, que algo, quizá un elocuente componente emocional, falta. Suscribo plenamente el primer comentario; casi por completo el segundo, ya que yo sí encuentro escalofríos y emociones vibrantes en la muy correcta (y eso es demasiado bueno) música de Dawes.

Van por el cuarto disco a golpe de lanzamiento cada dos años. Californiano es su sonido, dicen las etiquetas para definir su rock; se refieren a que el grupo sigue muchos años después la estela desgastada de Jackson Browne, Eagles o CSN&Y, de quienes heredan unas ejemplares armonías vocales. Aquel North Hills de 2009, presentación de los hermanos Taylor y Griffin Goldsmith, Wylie Gelber y Tay Strathairn, era impecable, mágico. Les produjo Jonathan Wilson, otro aventajado residente de Laurel Canyon, quien repitió en Nothing is wrong (2011). Este álbum y Stories don’t end (2013) confirman esa tendencia a salpicar los discos de un par de composiciones suculentas. All your favorite bands (2015) reafirma que han alcanzado una reluciente madurez.

Un ejemplo: From a window seat, de Stories don’t end.

BOOTLEG SERIES 43: MAGIC BUS, HIPPIE TIMES


Pienso a veces, muchas, que hoy el rock and roll ya no conserva vicio alguno de inocencia. Que la tuvo en sus albores, cuando nacieron sus relumbrantes caballeros, cuando sacudieron al pueblo y alteraron sus conciencias, caminaron sobre el filo y forjaron sus leyendas. Quizá desde mediados de los setenta, cuando florecieron fusiones de géneros que a la larga derivaron en un cóctel de afluentes, el rock dejó de ser inocente. Llego a esa impresión al escuchar una colección de tres cds que recoge canciones señeras de aquel tiempo de experiencias y revolución, de la inocente era hippie.

Hemos escuchado estas canciones cientos de veces. Es sano volver a hacerlo. Muchas no han perdido su tierno encanto. Nos recuerdan quiénes fuimos y quiénes somos. No falta casi nadie (quizá bandas complejas y marginales) en Magic Bus, esta recopilación: California dreamin’, The Band, White rabbit, Love, Me and Bobby McGee, Dylan, Born to be wild, Traffic, A whiter shade of pale, Grateful Dead, I got you babe, Santana, Good vibrations, CreamNostalgia saludable, música eterna.