Amy Helm es hija de Woodstock, de Big Pink, de Levon Helm. Nació al norte de Nueva York en 1970, cuando su padre y los cuatro canadienses de su banda fraguaban sus primeros álbumes, ya salidos de las sesiones del sótano. En la gran ciudad, ya adolescente y alejada de Levon, se movió en círculos musicales apegados a las raíces, al folk, al gospel y al bluegrass. Así formó parte del delicioso grupo Ollabelle. Volvió a juntarse con su padre para participar en los últimos discos de su vida, a finales de la década pasada, con los que Levon creaba nueva música en 25 años. Ahora Amy acaba de publicar su primer trabajo, Didn’t it rain (eOne, 2015), pariente más próximo a Ollabelle que a los postreros cantos de papá.
Da gusto
detenerse en la armoniosa familiaridad que desprende este álbum y recrearse en
la preciosa compenetración musical que emana de las canciones. Porque suenan enderezadas
y cristalinas las guitarras (algunas de Larry Campbell), elegantes los teclados
y compacta la producción de Byron Isaacs, colega de los días de Ollabelle. Al
cantar, Amy aporta la dosis modesta de humildad y sentimiento que enriquece todo
el trabajo.
Nota:
8/10