martes, junio 30, 2015

GREATEST HITS 173: HERCULES (AARON NEVILLE)


La fiebre redentora por el funk va y viene cuando las nubes oscurecen todo lo demás. Este fue uno de los temas que abrieron las puertas de esa liberación musical a la que acudo a menudo. Aún quema su llama. Vuelvo a él para que me acompañe sobre la tierra y el asfalto de todos los caminos. Aaron Neville. Hercules.

jueves, junio 25, 2015

GREATEST HITS 172: MORNING GLORY (TIM BUCKLEY)

Pocos lo recuerdan. Dejó un rastro difuso y nebuloso. Son contados quienes se miraron en él para dar forma a su propia música. Quizá es que era incomparable, o que reflejarse en ella no devolvía ninguna imagen. Tenía voz de otra galaxia, un carisma huidizo y un misterio permanente a cuestas. Y algunas canciones que hacen que te retuerzas de remota nostalgia con solo murmurarlas con los ojos cerrados. Morning Glory. Tim Buckley.

LIVE IN 176: FIASCOS DE MEDIO AÑO


Son tan habituales los discos que nos pasan por delante y en los que entramos que no nos saben a nada que nos invade una epidemia de estímulos muertos y cunde en nosotros un crítico desánimo. De algunos de estos trabajos y sus firmantes esperamos, aunque ya vagamente, destellos de entusiasta aceptación, ráfagas de brillantez. O la confirmación de pronósticos esperanzadores. No es este el caso con Alabama Shakes. Otros personajes en su momento prometedores como Elvis Perkins o Jim White no son ahora más que espectros desastrados. Hay quien no será capaz de alcanzar la lucidez a la que aspira (My Morning Jacket), quien pecará de fanfarria abrumadora (Florence + The Machine) o de extravagancia premeditadamente fea (Giant Sand, Heavy Trash). Y hay gente en quien ponemos nuestra predispuesta buena fe (Larry Campbell & Teresa Williams, Neil Young + Promise of the Real y Bob Dylan) y que por falta de arrestos, voz o vergüenza, con las pilas gastadas y sin señales de clarividencia, harán que nos sintamos estafados.

martes, junio 23, 2015

LIVE IN 175: SENSACIONES Y REFLEXIONES A PROPÓSITO DE SCOTT WEILAND


De vuelta al consumo cinco días después de haberle puesto el ‘mute’ a todo tipo de música (incluso en la carretera), te detienes unos minutos a divagar con motivo de la escucha de Blaster. ¿Qué razón te ha hecho pinchar el disco que este año firma Scott Weiland con una banda llamada The Wildabouts? No sabrías decir realmente cuál. El tipo al que una vez seguiste al frente de Stone Temple Pilots y como vocalista de aquel discreto supergrupo que fue Velvet Revolver no te dice ya mucho. De hecho escuchaste algún trabajo previo en solitario del que tienes un recuerdo infumable. El hombre anduvo unas cuantas temporadas vagando por el filo y ahora parece que anda sobrio y curado. ¿Qué más da? El caso es que piensas que al detenerte 45 minutos en este nuevo álbum te puedes encontrar con un soplo de lucidez o una brisa de nostalgia que te haga darle un sólido aprobado a la relación que mantienes hoy en día con la música rock y todas sus variantes.

No es la ocasión. Si aún estuvieras en la universidad grabarías este disco y lo masticarías varias veces, te agitarías con algún tema y celebrarías la aparición de esta formación. Pero la música de aquellos días hace tiempo que se ha marchitado. Blaster parece querer volver a aquellos años. Suena como los Stone Temple Pilots medio disco con el piloto automático y otro medio con desvíos hacia el pop alternativo californiano. Ni siquiera una versión de 20th century boy de Marc Bolan tiene la fuerza suficiente como para el conjunto se recuerde algún día por ella. Y el disco y su recuerdo se evaporan. Y todo lo que haga Weiland no te importa lo más mínimo.

Tras la abstinencia repasas algunos discos que te han gustado este año y llegas a la conclusión de que Jonathan Jeremiah y Eilen Jewell te emocionan hasta la médula los/las hijos de puta; que Dawes algún día pueden entrar en el grupo de tus bandas favoritas; o que Autumn fallin’ de Jaymay sería uno de los álbumes que te llevarías a la isla desierta cuando llegue el Apocalipsis.

lunes, junio 15, 2015

BONUS TRACK 148: RUBBER SOUL (THE BEATLES)


Rubber soul (1965) es un buen disco, como la mayoría de los discos de los Beatles. ¿Obra cumbre? ¿Trabajo capital? ¿Álbum referencial? ¿Disco magistral? El debate lo dejo para otro momento. Pondría en duda cada cuestión y rebajaría la relevancia musical y popular de Rubber soul e intuyo que recibiría reacciones en contra. Ellos aparecieron en el momento oportuno, jugaron con ventaja, y los demás llegaron después; yo también llegué mucho después y los descifré y disfruté de otra manera. ¿Que eran buenos? Claro que sí. Pero no los mejores.

Desconecto unos días y me llevo una lectura de The Beatles en la mochila: nada común, nada rutinario, sino una aproximación personal desde el sentimiento y la nostalgia a la música y el mito del grupo. Los Beatles que he vivido es el título; escribe José Manuel Peña, músico y fan, fan y músico. Escojo un disco para entrar en situación, uno que hacía mucho tiempo que no escuchaba (en realidad hace mucho tiempo que no escucho ninguno del grupo). Hay mucha literatura sobre cada estornudo de The Beatles: de este disco se ha escrito sobre su título, la tipografía del mismo, la ausencia del nombre del grupo en la portada, la foto de la cubierta, la grabación… Ya suena el pesadito sitar de Harrison, asoman los Byrds, Dylan.

Es un buen disco, quizá engordado de trascendencia porque se graba entre Help! y Revolver. Volver a él ahora me redescubre buenas canciones olvidadas como Nowhere man o In my life y también naderías como Norwegian wood o The word. Ahora, a leer.

jueves, junio 11, 2015

VOLUME ONE 368: CURRENCY OF MAN (MELODY GARDOT)



Mayúscula sorpresa, fascinante álbum. Pausa.

Vocalistas asociadas al jazz cuyo registro musical desborda el ámbito del jazz y entra en territorios del blues, el R&B o el pop no suelen tener el aprecio crítico que merecen. Norah Jones, Madeleine Peyroux, Alicia Keys o Cassandra Wilson han recibido algunos juicios poco justos desde esferas puristas; Melody Gardot entraría en el grupo… y hay muchas otras que ni he escuchado o de las que me he olvidado. Podría haberle perdido la pista a Gardot tras pasear por sus primeros tres discos, correctos repertorios de soul-jazz con emociones discretas más bien tirando a blandos. Al concederle un cuarto pase con su nuevo trabajo, Currency of man (Verve, 2015) la chica se me revela una autora menos conformista, con otras texturas y resultados más atractivos.

Deslumbrante disco este Currency of man. De atmósferas intrigantes y secretos guardados. De noche, confesional y nostálgica. No es jazz, no es blues, no es pop, no es rock… es todo. Se va un poco lejos el minutaje con 15 temas que tiene la edición de lujo (la original se queda en 10, con el orden cambiado y distinta duración), vicio menor que compensan gloriosos temas como Don’t misunderstand, Don’t talk o Preacherman, espectacular coreografía de sonidos, ruidos, voces y efectos, otra cumbre musical de este año.

Nota: 8,5/10

domingo, junio 07, 2015

VOLUME ONE 367: ALL YOUR FAVORITE BANDS (DAWES)


Tiene algo esta banda que se me pega, o que me atrae hacia ella con la virtud de la sencillez engañosa y cierta brillantez inocente en el anzuelo. Su cuarto álbum traza una ligera y prudente línea que lo separa unos metros de los anteriores. ¿Mejor? ¿Peor? Igual de alentador y saludable. El sonido y las canciones que escapan de All your favorite bands (Hub Records, 2015) es algo más áspero, de percusiones secas y expresivas guitarras que alternan la finura con la crudeza. Quizá se deba a David Rawlings, que produce; o a los propios Dawes, que han querido despellejarse las manos y ensuciarse. El aspecto del grupo se ha hecho más agreste incluso, de un hippismo rural que los favorece. Ahora los hermanos Goldsmith y compañía exhiben una madurez que se iba advirtiendo con el paso de los discos y que alcanza su mejor expresión en bellas canciones como Somewhere along the way, Right on time y especialmente I can’t think about it now, nueva competidora para el mejor tema del año.

Nota: 8/10

jueves, junio 04, 2015

VOLUME TWO 72: LA HERMANDAD DE CHRIS



Me los imagino: bajo el sol penetrante de Los Angeles en una casa de las colinas protegida por la vegetación donde ensayan sus discos, con vistas a una nube polvorienta de polución, el desierto a sus espaldas, y liberando canciones sin fronteras, con hierba en abundancia para envolver las sesiones.

Hay algo, o mucho, de Grateful Dead en Chris Robinson Brotherhood. La soltura improvisada de sus largas y densas canciones, el sentimiento de unión y comunión musical, y algunos nombres propios que se han acercado a su entorno y sus conciertos (Phil Lesh, Bob Weir, Betty Cantor-Jackson). La hermandad empezó a respirar paralela a los últimos latidos de los Black Crowes. Chris se había apartado bastante, parecía sentirse más animado y menos perezoso junto a otros músicos, con Neal Casal, Mark Dutton, George Sluppick y el también ‘cuervo’ Adam MacDougall. 

Tienen tres discos de estudio y ya han grabado varios conciertos en San Francisco (hogar de los Dead), de los que se han comercializado hasta el momento dos vinilos. Blues-rock brumoso y psicodelia cristalina. Me escapo a ellos para acariciar sensaciones de independencia con el reloj paralizado. Cansan pero limpian.

martes, junio 02, 2015

BONUS TRACK 147: STORYVILLE (ROBBIE ROBERTSON)


Para los admiradores de The Band y los buenos conocedores de su vida y obra, Robbie Robertson es el único miembro que no despierta simpatías ni al que el tiempo y el legado del grupo convierten en alguien entrañable. Él se lo buscó, seguramente. Sus ambiciones profesionales y el inicio de su enemistad con Levon Helm contribuyeron a acabar con la formación original de La Banda, y pasados los años su distanciamiento lo transformó en un tipo ajeno al grupo e incluso a su recuerdo, pese a sus importantes aportaciones durante los años dorados. Musicalmente Robbie también se apartó del universo sonoro tan peculiar e incomparable de The Band y desarrolló (además de colaboraciones en el cine con su amigo Martin Scorsese) una carrera que muy poco tiene que ver con los estupendos discos de la banda hasta mediados de los setenta.

Este álbum de 1991 es el segundo de su trayectoria. Está grabado en Nueva Orleans con músicos locales y un nutrido grupo de artistas de relieve (Aaron Neville y sus hermanos, Ginger Baker, Bruce Hornsby, The Meters, Neil Young y los excompañeros de Robertson Rick Danko y Garth Hudson), aunque de la ciudad a orillas del Mississippi guarde vagas resonancias musicales. Es un trabajo elegante, pulido, delicado, que no merece la intrascendencia.