Ahí se quedó, en la pista de aterrizaje, poco antes de sentarse en su trono. Iba a tocar en una sala con nombre de paraíso en Europa. Con 70 años. Y él no pertenecía más que el lugar que la música reserva a sus dioses. Nunca lo vi y me hubiera gustado mucho. Pero siempre lo llevaré conmigo.
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