Necesito carne fresca, voces limpias, alimento nutritivo que fortalezca el cuerpo y me espabile con energía, que haga que me reencuentre con música que me transmita algo que se salga de lo masticado y me enganche a su autor o autora un buen rato. Lo he encontrado en el tercer álbum de S. G. Goodman. Hace un par de años pasó esta chica como un relámpago sin trueno con su bien acogido anterior trabajo, pero no le hallé (o no supe) nada notable. Acompañada de nuevas buenas reseñas, Planting by the signs (Slough Water Records, 2025) me desvela lo que antes no advertí: una intimidad demoledora, un escalofrío arrebatador en su subyugante discurrir por los veleidosos territorios de la música americana (con sin 'a' inicial mayúscula).
Esta mujer de Kentucky a la que apadrinó Jim James con su primer disco esconde fuerza en su tranquilidad, mira al frente más allá de lo cercano, y en su tercera entrega transmite un profundo, estimulante y a la vez inquieto bienestar (Satellite, Fire sign, Michael told me, Heaven song o Nature's child con la invitación a Bonnie Prince Billy). No apruebo comparar por vicio, resta integridad a quien se compara, pero mientras disfruto de este Planting... tan contagioso no puedo evitar acordarme de los perfiles de Cat Power o Sharon van Etten que más me gustan (que no son todos). Goodman tiene su buen lado también, un perfil guapísimo.
Nota: 9/10












