De tanto que tardas en saber de una banda, crees que ha podido disolverse. Pero parece que no. Han pasado diez años del último disco de Cracker y ni un rumor has oído, ni una falsa o cierta noticia. Te encuentras de nuevo con ellos en la escasa oferta de cds que muestra una pequeña tienda de música en el casco histórico de una preciosa ciudad castellana que te pilla de paso. Un disco para el camino, aquel álbum que tenías algo olvidado. Cracker de nuevo con su crujido eléctrico, ese rock equidistante entre la furia juvenil y la controlada madurez. Lowery y Hickman, aquellos con los que saltaste más de lo que te imaginabas una noche en Santiago, te alegran el viaje. Con canciones como esta, Low.
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