Pídeme que te diga una canción de los Stones que me fulmine de placer cada vez que la escucho, que me eleve de euforia por su belleza; que no sea de las que tú conoces de toda la vida, tampoco una cara B sino un tesoro enterrado, una joya camuflada entre esmeraldas y rubíes. No tardaré ni dos segundos en decirte Winter. Quizá porque me siento helado estos días y la noche temprana me recoge de nostalgia aunque falte la nieve en mi ciudad. O será que añoro una hoguera de verdad junto a la que tomar un café cargado mientras se quema la madera. Pues eso me dice Winter cuando Watts apura los platillos y sube de imprevisto un arreglo de cuerdas al que se monta la guitarra crepitante de Mick Taylor. Seguro que es frío frío invierno, gime Jagger y me abrazo a mí mismo para entrar en calor.
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