Es difícil decantarse por uno u otro en una lista de dos si las opciones son Blue (1971) y Court and Spark (1974). Si tuviera que elegir entre la obra de Joni Mitchell, me quedaría con estos dos álbumes. Hoy nos ocupa el segundo, uno de los éxitos mayores de la canadiense, menos confesional que en su puñado de discos precedentes, certera de nuevo en su delicada elegancia antes de adentrarse en terrenos menos apacibles. Es además lo primero que escucho tras uno de esos conciertos veraniegos que hacen entrañables las noches de fiesta, pero que a mí me ha dejado frío y saturado a pesar del buen oficio de la banda, cabeza de cartel internacional y con más de tres décadas de reconocimiento. Pero yo, aguijoneado por los latigazos del tiempo, retrocedo más, a aquella música de la joven Mitchell que reconforta en su calidez, que cura resacas y deja en el fondo del vaso unas gotas de endiablado bienestar.
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