Lo mejor es esto, Renee Zellweger dejando volar al precioso ángel que brota de su voz. My own love song (Olivier Dahan, 2010) es el título de la película, un cuento olvidable salvo por ella, esforzada y piadosa, y por esta canción que escuchas… Una cantante de country condenada a una silla de ruedas se tropieza con un boxeador al que le faltan dos hervores con el que viajar por la carretera para encontrarse a sí mismos. Ni el caramelo ni el envoltorio son apetecibles y se digieren aliñados con sucesión de tópicos. Pero algunos sonidos no tienen precio y permiten que a una mala película algo la pueda salvar.
Por un par de
horas me acordé de aquella monada mofletuda a la que su rostro pronto se le
convirtió en un bollo feúcho. Renee está muy bien. Sobre todo aquí, esperanzada
a la luz de los fuegos artificiales mientras suena su voz interpretando Precious
angel, una de esas maravillas de trastero que Bob mima en sus discos. Dylan escribió
unas pocas canciones para esta película que luego aparecieron en Together
through life. Pero su precioso ángel, Renee mediante, no tiene rival.
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