Llevo unos días sin escuchar discos por diversas razones, ni música nueva ni música vieja, sólo algunas canciones sueltas bendecidas por la grandiosidad de los genios. Porque llega un momento, y quizá sea éste, en que conviene bajar de los altares las emociones que sentimos siendo más jóvenes, cuando hablar de música y vivir la música nos empujaba a cruzar los límites de la razón o a confundir el juego con el riesgo. Disfruté de esta canción hace años, y ahora la saboreo mejor, con el regusto de la madurez y al darme cuenta de lo mediocre e imperecedera que es la música que nos salpica en nuestros días. Allí estaba Scorsese grabando la despedida en un concierto épico, y Rick recogiéndose en sí mismo, y Robbie mimando su guitarra. Y una banda inmensa.
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