Las películas son nuestro espejo, la recreación del comportamiento. Cuando no son los sueños más íntimos e intensos que albergamos lo que el cine nos cuenta, son los relatos al detalle de cuantas acciones nos definen. Las de los hombres y las de las mujeres. Pasa ahora, en el cine más pegado a nuestros días y en el de hace veinte años, en las películas clásicas y en los albores del cinematógrafo. El experimento consistió en recuperar dos films más bien recientes que en clave de comedia costumbrista con ligeras y fáciles meditaciones generacionales hablan de mujeres y de hombres y de la relación entre ambos y comprobar si las fórmulas laberínticas de su química son asunto universal ajeno al avance del tiempo.
Beautiful girls
(1995) conserva el encanto hogareño de las gentes demasiado sencillas y de buen
corazón. El film del malogrado Ted Demme es una parada en el camino para curar
la resaca, un regreso a los orígenes para visualizar nuestra evolución, lo que
queríamos ser y lo que somos, los ideales que amamos y las realidades a las que
nos abrazamos. Aún me veo como Willie encerrado en una cabaña sobre el río
helado, un Romeo disléxico. Sí, las chicas nos vuelven locos, sobre todo las
bonitas. Yo a la mía le digo eso de ‘good night sweet girl’. Maravillosa
película entonces, cuando metía la segunda marcha en mi tercera década… maravillosa
película ahora.
Qué les pasa a
los hombres (2009) es un amable fresco coral sobre los juegos caprichosos que persiguen
la búsqueda ilusoria del amor y sobre la complejidad para dar con la pareja
ideal. Así somos, unos metiéndonos en el cerebro de otras, unas jugando a ser
otras personas, dándole vueltas y vueltas a la cabeza sin darnos cuenta de las
evidencias que tenemos delante: que no podemos dejar escapar a quien más nos
quiere. Amable e inofensiva película de Ken Kwapis, posee un encanto contemporáneo
y sano, aunque no perdura. Mientras, seguimos encontrándonos en el cine.
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