lunes, septiembre 30, 2019

VOLUME TWO 98: RARE EARTH

Esta sección dedica a veces unas líneas a músicos o grupos que por distintas razones han pasado de refilón por las páginas sensibles de la música. Algunos gozan hoy, habiendo corrido demasiado tiempo desde su aparición o habiendo sido reivindicados más tarde por recuperadores de tesoros, de cierta condición de culto; otros se han perdido en el olvido sin adoradores. ¿En qué categoría encaja Rare Earth? Quizá en cualquiera de las dos. Qué importa. Solo vivieron poco más de una década, del 67 al 78. Fueron una de esas grandes bandas dignas de merecer mejor recuerdo.

Por un par de razones. En Rare Earth conviven sin conflictos ni desvíos el rock, el soul y el funk, unas veces dejándose entregar a raíces bluseras; otras, llevar por largos éxtasis jazzísticos que construyen canciones siempre excitadas e intensas. El grupo salió de Detroit y emergió de la Motown, así que con tales enlaces y atributos no deberían de fracasar en conjugar ingredientes musicales con las dosis apropiadas de pasión. En sus años unidos, aunque con cambios de formación, dejaron una decena de discos, de los que un manojo (Get ready, Ecology, Ma) rozan las cinco estrellas. Pero el exceso de versiones de otros artistas (unos cuantos en la nómina de Motown), el poco calado de sus temas propios y las luchas internas entre miembros acabaron por enterrar a Rare Earth. Hasta que alguien haya que quiera devolverlos a la superficie.

miércoles, septiembre 25, 2019

GREATEST HITS 231: THE WEIGHT... ALREDEDOR DEL MUNDO

No necesita presentación. Una cumbre de canción. Una obra maestra y punto. The Weight.

He visto algunos vídeos con canciones interpretadas por distintos intérpretes aquí y allá, en el primer mundo y en el tercero, en una habitación de casa y en los rincones más alejados del planeta. Gestos por buenas causas, la gente unida por el cambio. Razas, costumbres, culturas que se cruzan, un lenguaje único. Cada fragmento se enlaza y toda la mezcla suena de maravilla. Es la unión de la música en torno a un tema que convierte el encuentro en algo universal. Robbie, Ringo, Lukas, Larkin Poe y todos los demás a quien no tengo la ocasión de conocer hacen todavía más enorme The Weight. Emoción suprema.


lunes, septiembre 23, 2019

BOSS 70

Cierro los ojos y me veo entre la multitud. Me siento dentro de una esfera infranqueable y la música es mi aire. Río y lloro por igual, abrazo a mi amor. ¿Qué más puedo pedir? Felicidades. Yo seguiré a tu lado.

Hoy, si tengo tiempo, pincharé este programa: Spirit in the night, Incident on 57th street, Jungleland, Prove it all night, Stolen car, Atlantic City, Downbound train, Two faces, I wish I were blind, If I should fall behind, Youngstown, Further on (up the road), Maria's bed, Terry's song, The wrestler, Wrecking ball, High hopes, The wayfarer... y nos iremos al río y en él nos sumergiremos.

viernes, septiembre 20, 2019

VOLUME ONE 509: MA (DEVENDRA BANHART)

En música, me atrae la indefinición: no saber con lo que te puedes encontrar, desde vanguardia osada a vueltas de tuerca a los géneros tradicionales. Los artistas sin etiquetas a las que ajustarse, sin estilos delimitados ni de fácil suscripción, en algún momento firman una obra fiel a su carácter inquieto y explorador que sobresale entre su discografía. Creo que lo acaba de hacer Devendra Banhart con Ma (Nonesuch, 2019), su trabajo más completo y satisfactorio, un álbum verdaderamente bello.

Este hombre, una de esas almas de artista libre e impredecible a caballo entre culturas (al que las revistas ubicaron hace una década bajo el paraguas de una corriente fugaz denominada freak folk), me suele dejar frío. Hay hallazgos en sus obras y uno o dos buenos temas por entrega, pero ninguna deja eco. Ma, en cambio, es un disco cálido, de sonidos finos y elegantes arreglos, cantado en inglés y en castellano, para descansar y desconectar. Con composiciones de apariencia frágil pero muy bien trazadas que oscilan entre suave folk de fragancia latina y recogido pop de tranquilas armonías (o no), siempre con la voz mansa del autor. No sé bien lo que exprime Devendra, y no me importa. Este disco (y canciones como Ami, Abre las manos o Memorial, donde parece Leonard Cohen quien recita) me gusta mucho.

Nota: 8/10

martes, septiembre 17, 2019

SOUNDTRACK 237: WILD ROSE

Cine y música en comunión. Los sueños dorados, la realidad oxidada. Un idea estimable, un guión cojo, una actriz (y cantante) excelente. Wild Rose

Rose-Lynne Harlan ama la música country. "Tres acordes y una verdad", reza el tatuaje de su brazo, que toma prestada las palabras del compositor Harlan Howard para sintetizar el alma de country. Pero Rose no nació ni vive en Nashville, sino en Glasgow. Acaba de salir de la cárcel y debe cuidar de sus dos hijos pequeños, que en el último año han estado al cargo de su madre. De nuevo en libertad, Rose-Lynne quiere cumplir sus sueños: cantar, grabar, convertirse en una artista de la música country... sin dinero, como único soporte de sus hijos, sin banda, a caballo de sus impulsos, no siempre convenientes. Porque Rose es un torbellino, una inconformista cuyos sueños chocan con las barreras de su vida, cubierta por el asfalto y la lluvia, sin mullidas alfombras sobre las que caminar.

Si por algo puede guardarse en el recuerdo Wild Rose es por la magnífica presencia de Jessie Buckley, cantante y actriz irlandesa que hace funcionar el film y compensa sus debilidades (argumento esquemático, secundarios simples, buenismo de manual). Cuando Jessie canta, sola o con grupo, baladas tristes y canciones festivas, luce la pasión que su personaje entrega a la música que ama y el poderío emocional de su intérprete. Lo demás, poca cosa.
 

sábado, septiembre 14, 2019

BONUS TRACK 211: NEVER A DULL MOMENT (ROD STEWART)

Qué juergas montaban entonces Rod y sus colegas. Es fácil imaginarlas solo con detenerse en esta foto, cual coda de una noche sin final que enlaza con el alba con la resaca a lomos del horizonte (Ian McLagan y Kenny Jones, apunta un crédito escrito en vertical sobre uno de los postes de la portería, prefirieron quedarse en la cama aquella mañana). Ni un momento para el aburrimiento, reza el título del cuarto disco de Rod Stewart; en absoluto, con semejante tropa. Never a dull moment (1972) sucede al fabuloso Every picture tells a story, lo cual se entiende al contrastar canciones hermanadas; una continuación no oficial más rockera y granuja, podríamos decir. Me encantan las primeras obras de Rod, porque se fusionan y confunden con las de los Faces en los mismos años, porque entre el plantel más numeroso estaban Ian, Kenny y los dos Ronnie. Y Rod se excita en temas propios como True blue o versiones escalofriantes como I'd rather go blind. Añoranza (otra) de los tiempos que nunca volverán.

VOLUME ONE 508: UP AND ROLLING (NORTH MISSISSIPPI ALLSTARS)

Creo que esta banda ya veterana nunca había tenido entrada en este blog. No será por su calidad ni por su trayectoria intachables, con el mando armonioso de los hermanos Dickinson; quizá sea porque sus virtudes nunca han conseguido desatarme mientras los escuchaba. Algo de frialdad transmite su oficio, diría. Nunca es tarde para ser invitados al elogio de uno de sus trabajos, el más reciente, Up and Rolling (New West, 2019), que justo en este momento me ha sentado de maravilla.

Me gusta la historia que hay detrás de este disco: un amigo de los Dickinson encontró un carrete de fotos que había tomado con ellos un domingo de 1996 en el norte de Mississippi; los hermanos volvieron a ver aquellas imágenes que creían perdidas y en torno a ellas y sus recuerdos desde entonces, poco antes de que publicasen su primer disco, han grabado su duodécimo álbum. Mavis Staples y Jason Isbell intervienen como invitados. El álbum se digiere con placer, con blues, folk y rock bien aliñados, en el punto adecuado para que Luther Dickinson exhiba su docencia en las cuerdas, con alguna brisa que revive a otros hermanos, los Allman, pero con cierta monotonía en su conjunto.


Nota: 7/10




martes, septiembre 10, 2019

VOLUME TWO 97: LANA Y EL PLOMO

El plomo es un metal cuya característica principal, la pesadez, se puede aplicar a las acciones humanas. Lo plomizo cansa o aburre, no suele ganar adeptos y sí detractores. Se me ocurren unos cuantos músicos cargantes como el plomo de verdad (cada uno tendremos a nuestros preferidos, seguro); el último, la última, en dolerme por el peso que siento encima al escucharla es Lana del Rey.

Ojo, su música no llega a disgustarme, pero los discos que le he escuchado no aguantan dos canciones; el último, por ejemplo, NFR!, tienes dos excelentes, nada más. Su estilo, esa tristeza somnolienta con la que canta y el humo espeso que la envuelve, crean una atmósfera irreal, de ensueño, que encuentro repetitiva. Ella crea en estado ausente, adormecida entre nubes sin alma.

Leo que Lana empezó desde abajo, con humildes inquietudes, y que, gracias a las ventajas que la era digital proporciona a la difusión creativa (y, por vicio, a cualquier estupidez humana), su música se empezó a oír antes en Youtube que en las emisoras de radio o en los sellos discográficos. Eso vendría después, claro (y temas en películas y series de televisión y colaboraciones como invitada en otros discos de gente cool), con el inteligente oportunismo de los medios y los agentes para convertir a Lana del Rey (nacida Elizabeth Woolridge Grant) en una figura, una imagen, un nombre, una idea. Es ahí, en esa creación, en donde veo a esta intérprete como un producto tan artificial como su rostro plastificado, con más aura de misterio y fría lejanía sobre sus hombros que autenticidad en sus genes.

domingo, septiembre 08, 2019

BONUS TRACK 210: BLACKBERRY BELLE (THE TWILIGHT SINGERS)

Ejercen aún en mí un hechizo extraño, entre lo turbio y lo fascinante, los Twilight Singers de Greg Dulli. Quizá el grupo, ahora que hace unos pocos años se reunieron los Afghan Whigs, haya dejado de existir, o quizá reaparezca si Dulli le da otra vuelta más a sus andanzas musicales. Es curioso, transmiten un aire temeroso que me atrae. Ya tenían un tiempo de rodaje antes de Blackberry Belle (2003), su segundo álbum, cuando los Whigs parecían ya enterrados para siempre. El líder de la formación mantenía con su nuevo equipo ese fondo de alma soulera que le caracteriza, aunque le otorgaba unas atmósferas nuevas más ruidosas y apagadas, menos cercanas. Los sonidos de este disco parecen nacer de noches agitadas y amaneceres resacosos (Lanegan ya era colega). Se aprietan para entrar en el oyente y de alguna forma (a mí me pasa) lo liberan. En canciones como Martin Eden, Teenage Wristband, Decatur St. o Feathers.

viernes, septiembre 06, 2019

BOOTLEG SERIES 78: AMEN DUNES

Pocas veces he tenido el impulso de llevarme de una tienda de discos el álbum desconocido que estaba sonando en el momento en el que yo estaba en el lugar. Tiene que darse una mezcla de flechazo, intuición y confianza para que me decida a comprar eso impactante y novedoso que está llegando a mis oídos. Algo de eso se dio en Tower Records de Dublin mientras caminaba entre las estanterías y ya le había echado el lazo a cuatro discos. De fondo sonaba un tipo así como nervioso, pero seguro de voz y tono, con un aire siniestro e inquietante que me recordó, a quién más, a Kevin Morby. Vaya. Amen Dunes, me dice una aplicación inteligente de mi teléfono. No veo ningún ejemplar en la tienda. ¿Tenéis lo que está sonando?, pregunto. Tenemos una copia, la que oyes, me dice una chica. ¿Te la llevas? Venga.

Bajo este nombre se esconde Damon McMahon, estadounidense, con proyectos desde 2006, experimentador de sonidos y composiciones. Llego a él con Freedom, de 2018, su álbum más reciente, en el que (dicen las reseñas) suena más limpio y refinado, más asequible. No puedo comparar trabajos, pero sí confirmar ese aura esquiva de misterio que fluye de su música, con vapor espeso como para llevarme por viajes de sensaciones húmedas.

miércoles, septiembre 04, 2019

VOLUME ONE 507: THREADS (SHERYL CROW)

Empecemos por lo malo de este disco, que en el fondo no está mal, pero... ¿Tiene ya ganas Sheryl Crow de retirarse, con 57 años? (Joan Baez lo acaba de hacer con 76 y Mavis Staples sigue en la brecha con 80) Debe ser que sí, por eso anunció que Threads (Valory, 2019) será su último álbum. En la despedida ha querido rodearse de un buen número de amigos y amigas (de los que siempre ha tenido la suerte de presumir) para interpretar duetos o recuperarlos. La fórmula, en mi opinión, le ha salido atractiva pero espesa, larga (17 canciones, 75 minutos), sin mucho criterio en la sucesión de cortes, con tendencia a la pesadez del nunca acabar en un gesto generoso por querer invitar a figuras del rock, el pop, el blues, el soul y el indie americanos.

Hay encuentros que funcionan y otros que no, aunque tengan tanto peso socios escogidos como Eric Clapton, Sting, James Taylor, Emmylou Harris o Keith Richards. Tampoco son gran cosa los temas con Vince Gill y Joe Walsh. Haber reducido su adiós (ya volverá Sheryl a ser parte de futuros duetos, seguro) a una decena o docena de cortes habría resultado más satisfactorio. Las canciones con Stevie Nicks y Maren Morris, Bonnie Raitt y Mavis Staples, Lukas Nelson, Jason Isbell, Kris Kristofferson, Johnny Cash, Willie Nelson, Chris Stapleton e, sorprendentemente, con St. Vincent, Lucius y Chuck D y Gary Clark Jr., sí hacen meritoria la despedida.

Nota: 6,5/10

martes, septiembre 03, 2019

BOOTLEG SERIES 77: LIZZIE NO

Lizzie No se mueve por Brooklyn y ha ganado un concurso nacional de composición, American Songwriting Lyric Contest. Son datos, no garantías. Es lo poco que sé (quizá no deba saber nada más) de esta joven que enseguida me ha cautivado. Lo ha hecho con Vanity, su segundo álbum, de este año. Compone, canta y toca la guitarra y el arpa. Sin florituras pero con vigor, con severa seguridad, en canciones que esconden más que enseñan, que ganan y crecen desde su arranque hasta la culminación. No sabría encasillarla, no le hace falta. Quien lo desee, que pruebe. Y disfrute.

domingo, septiembre 01, 2019

SOUNDTRACK 236: DERRY GIRLS

Nos hace falta quitarle miga al asunto para mirar al frente con seguridad, con la justa despreocupación como para asumir que en la vida se han cometido y se siguen cometiendo locuras sin sentido, y que lo que más importa es sobrevivir. La ficción nos ayuda a desdramatizar, y en ese empeño por descargar de dolor las tragedias, hay comedias que aportan convenientes bálsamos. Derry Girls vale. "Una Derry girl es un estado de ánimo, una forma de vida", le dice Michelle, norirlandesa, a su primo James, inglés, para convencerle de que no se aleje de su grupo de amigas y no regrese a su país al final de la segunda temporada de esta simpática serie de Irlanda del Norte.

El conflicto del país, el terrosismo, la división entre católicos y protestantes, enfila su final. Estamos en los años noventa y cuatro chicas de Derry maduran y encaran esa supervivencia en un entorno insano con sus propios conflictos, alejados de la crisis de convivencia y centrados en sus propios deseos de sexo y diversión, en sus búsquedas de identidad entre familias en permanente estado de enfado. El tono ácido, el enfoque distentido y el guión costumbrista, apoyado en un estimable quinteto de jóvenes actores y actrices y eficientes secundarios veteranos y en situaciones desmadradas resueltas con entusiasta convicción, elevan esta serie por encima de las comedias del montón plagadas de lugares comunes.