El rock and roll tiene su cupo generoso de retrasados mentales, tipos descerebrados y desbordados por sus excesos que protagonizaron vergonzosos y patéticos episodios de la cultura rock. Unos cuantos desfilan por las páginas de Por favor mátame, una crónica testimonial cuyo subtítulo en castellano, La historia oral del punk, describe cuanto narra. Recopilan y firman Legs McNeil y Gillian McCain; publica Libros Crudos. Músicos vivos o fallecidos, promotores, roadies, groupies, fotógrafos, escritores y personajes varios que fueron actores y testigos de la eclosión y el ocaso del punk rock entre finales de los 60 y comienzos de los 80 repasan en diferentes momentos, sin cortapisas y con extrema crudeza, lo que vivieron en aquella época (conciertos, orgías, chutes, peleas, muerte, éxitos y fracasos…), unos años irrepetibles pero también destructivos.
La lectura de
las 500 páginas de este sensacional libro (regalado con cariño y degustado con
pasión) traslada a uno a las cloacas de Nueva York, Detroit, Londres y Los
Angeles. Las drogas, consumidas en cantidades gigantescas, elevaron a unos
hacia efímeros tronos y llevaron a otros a la tumba. Egos desbocados, garitos
mugrientos, fulanas calientes, músicos, artistas y seudoartistas de dudosa
categoría… Basura.
¿Retrasados
mentales? Sí: Johnny Thunders, Sid Vicious y Johnny Rotten, Iggy Pop, Dee Dee
Ramone, Dead Boys. Otros
actores de poco fiar en aquellas crónicas también salen mal parados en el
recuerdo de quienes dejan su testimonio en el libro: Patti Smith, Lester Bangs,
Lou Reed, Nico, Wayne Kramer, Richard Hell, Joey Ramone. Y la música… aún
perduran algunos discos, algunas canciones, huellas de un tiempo en el que la
trasgresión, el enfado, la furia, el arrebato punk, justificaban la rebelión. Cuando
sonaba mejor que ahora.
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