martes, septiembre 26, 2017

BONUS TRACK 179: THEIR SATANIC MAJESTIES REQUEST (THE ROLLING STONES)

Esta es una cagada musical de las grandes, de las que peor huelen. Viniendo de quien viene, caben valoraciones profundas y rigurosamente contextualizadas, análisis ricos en historias e intrahistorias de la banda y divagaciones contraculturales. Todo lo que uno quiera tratándose de un grupo que no es un grupo cualquiera y de un momento en el que la música tenía una vinculación con su entorno y su época mucho más directa y relevante que en casi ningún otro momento de las últimas seis o siete décadas.
 
Qué paradójico que la diabólica denominación con que tantas veces se ha introducido a los Stones proceda del título de este álbum, Their Satanic Majesties Request (1967), el peor de los discos con diferencia de sus majestades satánicas, la mejor banda de todas. La primera vez que lo escuché me pareció intragable, doliente, un pastiche sin rumbo ni gracia. Muchos años después, ahora, y no con la excusa de que se cumplan 50 años de su grabación, no mejora mi apreciación.
 
Uno ha leído y escuchado mucho, y sabe que esta obra, en la efervescencia del hipismo y la psicodelia y con la experimentación musical abierta a cualquier frivolidad, fue la respuesta que The Rolling Stones dio al Sgt. Pepper de The Beatles, otro fiasco que el paso del tiempo tampoco consigue mejorar. Their Satanic…, donde más presencia tiene el cuestionado talento desbordado de Brian Jones y apenas asoma la personalidad de Keith Richards, no se sostiene en modo alguno. Efectos de sintetizador, marimbas, melotrones, orquestaciones, fragmentos hablados de documentos sonoros y canciones deficientes estropean un disco indigno de los Stones más desorientados.

domingo, septiembre 24, 2017

LIVE IN 208: VAN Y EL BLUES

Tomo prestada esta frase de la reseña de su último disco en Allmusic, firmada por Thom Jurek: “Revisita sus raíces sin nostalgia ni manifiesta reverencia. Para él (Van Morrison), estas canciones son tan vitales e importantes como sus propias canciones”
 

Es lo que siento yo también, esto que él transmite, al escuchar el blues penetrante que recorre y empapa casi todo el álbum Roll with the punches (2017). Otro más, otro disco de Van Morrison, así de sopetón, el número treinta y tantos de su infatigable carrera. Diez versiones de temas blues muy de Chicago (Doc Pomus, Count Basie, Mose Allison) y otros cinco nuevos recién compuestos. Música vibrante con la esencia espontánea de una actuación en directo encerrada en el recogimiento de un estudio. Con Van the Man y unos cuantos amigos a los que deja compartir canciones. Otra bienvenida.

En toda su obra el blues tiene un peso bastante dominante, aunque convivan en un mismo álbum aromas folk, brisas jazz, rugidos soul y silbidos célticos. Desde TB sheets hasta Down the road, de Too long in exile a What’s wrong with this picture?, unas veces fiero hasta las entrañas de la canción y otras sutil sobre su piel. Su ADN blues no se manifiesta con tanta simpleza como conectar el piloto automático para cabalgar sobre los ritmos, las estructuras y los mensajes que brotan del blues; creo que el blues, deslizante como un hilo, convierte la obra de Van Morrison en un valioso legado donde todos los géneros se agitan y se entienden para crear una obra, en su conjunto, magistral.

jueves, septiembre 21, 2017

GREATEST HITS 198: AMERICAN PIE (DON McLEAN)

Este es un pequeño viaje al pasado, a la radio y a los casetes.

Esta canción me paralizaba, en cuanto empezaba a sonar no podía dejar de escucharla, una y otra vez. “Bye bye Miss American Pie…” La pinchaba Radio 80 día y noche, un tema de los setenta, de 1971, de un tal Don McLean, uno de esos músicos a los que siempre recordaremos por una canción, por ninguna más de sus pocos o muchos discos que hayan grabado; de los que en nuestra vida solo escucharemos una canción y quizá solo un disco de los pocos o muchos que haya grabado. Sonaba por la radio American Pie, y yo, después de tantas veces que la oía y de tanto que me gustaba, la grabé y saqué la letra. Entonces, sin el disco en las manos, no había lugar donde buscar lo que contaba, así que con los botones del play y del pause fui escribiendo los versos uno a uno hasta completarla en un folio, hasta seguirla mientras volvía a escucharla y me la aprendía casi de memoria. “El día que la música murió”, decía Don McLean recordando aquel accidente de avión que mataba a Buddy Holly y Ritchie Valens.

El rock and roll y sus mitos, sus leyendas, su cultura… Ahí quedó guardada American Pie, la canción, en un cálido rincón de la memoria, ni siquiera revivida con una saga de comedias juveniles americanas de cine. Hasta que esta tarde sonó en una emisora de radio y por unos minutos volví a nadar por sus versos sin olvidarme de dar brazadas, avanzando por sus olas y disfrutando del mar. “Bye bye Miss American Pie...”.

Podría buscar la canción para que fuera más fácil escucharla de nuevo, pero siento que si lo hiciera traicionaría el espíritu de este recuerdo, de aquellas vivencias.

martes, septiembre 19, 2017

LIVE IN 207: BLUES FOR EILEN

Eilen nos invita a un viaje por el blues, por el blues clásico y polvoriento, el lamento nostálgico de la carretera, la música de la soledad y los años de la depresión. Eilen coge a Willie Dixon, Bessie Smith, Betty James, Memphis Minnie y unos cuantos bluesmen/blueswomen menos conocidos para convertirlos/convertirlas en ella misma, en la maravillosa Eilen Jewell. Su sexto álbum, Down hearted blues, está al caer. Es maravilloso. En noviembre la tendremos seis días enEspaña. Te esperamos.

viernes, septiembre 15, 2017

VOLUME ONE 450: GRACE (LIZZ WRIGHT)


A Lizz Wright la conocí en un café, aquel en el que durante varios años tomaba el café con leche mañanas y tardes antes de entrar en el trabajo. Me acariciaban de fondo, entre sorbos y los periódicos del día, la voz cálida y relajada de Lizz y el exquisito ropaje sonoro que cubría el disco Dreaming wide awake, con sensuales versiones de Neil Young o The Youngbloods producidas por Craig Street (Cassandra Wilson, Norah Jones), un álbum que poco después compré. Era el año 2005. Lizz tenía un álbum previo y luego grabó tres más, cada uno no tan logrado como el anterior, olvidables. Ahora acaba de terminar uno más, Grace (Concord, 2017), tan bello como el disco con el que un día la conocí, agraciado por la firmeza de la madurez de la artista y de otro experto e infalible productor.


Parece ser que Joe Henry le presentó unas 70 canciones de distintas épocas y estilos a Lizz Wright que pensó que le servirían para canalizar la experiencia de haber hecho un viaje por el sur de los Estados Unidos, una suerte de viaje interior con el que reforzar la conciencia histórica y social. Nueve de los diez temas de Grace son versiones escogidas por ella (nada de piezas reconocibles, algunas son recientes canciones de autores poco conocidos) y en prácticamente todos y en el que es original conviven en armonía, con elegancia sofisticada y pureza auténtica, los géneros en los que durante su carrera han reposado las voces siempre templadas de la cantante de Georgia: el folk, el blues, el jazz y el gospel. Conjuntar climas con tanta delicadeza como pasión es un alto logro, una conquista de este hermoso álbum.


Nota: 8,5/10

miércoles, septiembre 13, 2017

LIVE IN 206: AGOTADOS

En más de una ocasión este año, al escuchar el último disco grabado por ciertos músicos y grupos musicales a los que suelo dedicar distinto grado de interés, la primera impresión que me han causado es la de creer firmemente que su música está agotada, estancada. Que tras una trayectoria en general larga (también las hay cortas), en la que son más los trabajos elogiosos que los fallidos, ya no tienen más que decir, que han perdido toda trascendencia y poder de atracción y no importan nada. Son casos diferentes de agotamiento, que se pueden deber a la repetición de fórmulas, a no saber adaptarse a pequeños o grandes cambios, a riesgos a destiempo que no encuentran la dirección, a la pérdida de inspiración, talento o incluso ilusión, a no dominar su propia música, a perder la capacidad de hacer buenas canciones. Puede ser una enfermedad pasajera o puede ser un mal ya incurable.
 
Hay casos en los que la decepción o la indiferencia provocada por esos discos recientes no me afecta ni me preocupa en absoluto, pero hay otros casos en los que el desgaste que deriva en mediocridad me duele un poco más y me da pena que un músico o una banda que en otro tiempo me gustaron ahora me parezcan tan anodinos. Pongo ejemplos.
 
Queens of the Stone Age. Foo Fighters. Tori Amos. Arcade Fire. Chuck Prophet. Ray Davies. Fleet Foxes. Joaquín Sabina. Pretenders. Los sigo escuchando porque creo que aún desprenden rayos de expectación, una fiabilidad cada vez más débil y lejanas huellas de calidad, pero lo que me encuentro es espesura siniestra, griterío insípido, vacío de emociones en envoltorios satinados y canciones insulsas que no transmiten nada.
 
Dejo para el final a U2. Hasta diciembre no publicará su nuevo álbum, pero los dos adelantos presentados no auguran nada digno, nada bueno. Esto me causa más lástima porque no puedo evitar al niño y al joven que creció agradeciendo al grupo que le enseñase a amar la música… y todo lo demás.

domingo, septiembre 10, 2017

VOLUME TWO 83: JACK JOHNSON

Nos paramos un momento en Jack Johnson. Si me pidieran que escogiese el mejor de sus discos, no sabría con cuál quedarme: he escuchado los siete que tiene (sin contar un directo y tres bandas sonoras) y todos están bien, no me vuelven loco pero me gustan bastante, me ponen de buen humor, son tranquilos y bonitos, bien cantados y bien tocados, te llevan a la playa y al verano (si te dejas llevar, incluso te caes sobre arena paradisíaca y palmeras y mar azul turquesa cristalino), porque Jack, excampeón de surf que vive en Hawai, donde nació (y también cineasta y por supuesto músico), es muy playero y muy de buen rollo y espíritu libre y todo eso…


Cuando Jack Johnson canta parece que te cae encima un sol amable para que nunca se haga de noche, y eso pasa con todos sus álbumes. Por eso All the light above it too (2017), que acaba de terminar, es tan bueno y agradable como lo es On and on o Sleep through the static o From here to now to you, quizá esta vez con suaves picotazos eléctricos y un tono apagado que anima más a la reflexión que a la evasión. Pero la música de Jack Johnson sigue siendo deliciosa y te deja buen cuerpo… y eso es lo que importa.

jueves, septiembre 07, 2017

BOOTLEG SERIES 59: HITCHHIKER

De repente, como abrazado a un pasado envuelto en vaporosas capas estimuladas de nostalgia, reaparece el Neil Young de los años setenta, la década en la que mejores álbumes grabó… Oh, qué agrado causa recordar sin más obras como Tonight’s the night, Zuma, On the beach o Comes a time… Sin saber bien por qué, el músico ha sacado este año de sus archivos repletos de curiosidades una grabación acústica de agosto de 1976 capturada en los estudios Indigo de Malibú. Es poco más de media hora en diez temas reunidos en el álbum Hitchhiker, donde la voz adormecida y la guitarra hipnotizada de Neil Young parecen aspirar una corriente de amargura. Grabó aquel día en una sesión adelantos de temas que poco después formarían parte de discos, como Pocahontas o Powderfinger, volvió a piezas de trabajos previos o que no habían tenido espacio en discos de estudio oficiales, y registró dos temas hasta hoy inéditos. Suena todo lejano y a la vez intenso, envuelto por la arena de una playa californiana mientras el sol se pone. Yo también, desde mi rincón, también me dejo evadir por la morriña.

martes, septiembre 05, 2017

BOOTLEG SERIES 58: DYLAN BY OSBORNE

No deja de ser bien recibido, y seguramente sano y purificador para el músico, a la vez que hoy en día un tanto obvio, reiterativo y poco original, que el amplio cancionero de Bob Dylan sea objeto de revisión. Todo visto, aunque uno se aparte de los contornos del modelo original. Una de las últimas en hacerlo ha sido Joan Osborne, que ha dedicado su último disco a versionar trece temas del maestro de Duluth. Es de hecho el tercer álbum de versiones de Orborne, que ha posado apoyada en el capó de un Mercury blanco en un camino boscoso que bien pudiera localizarse en el refugio dylaniano de Woodstock. Songs of Bob Dylan (Womanly Hips Music, 2017), se titula el disco, así de simple y claro.

El homenaje se decanta por temas poco habituales del autor a la hora de ser reinterpretados (aunque no se resiste a pasear sobre las corrientes de Tangled up in blue o Masters of war) y a pesar de contener un par de versiones poco logradas (Dark eyes y You gonna make me lonesome when you go), el resto funcionan muy bien porque huyen, con mayor o menor distancia, de la pieza grabada por Dylan en los discos donde aparecieron por primera vez. Por eso el buen sabor de boca que dejan Tryin’ to get to heaven, Hig water (for Charley Patton) o You ain’t goin’ nowhere hacen que este tributo se digiera con agrado.

domingo, septiembre 03, 2017

VOLUME ONE 449: WILDFLOWER BLUES (JOLIE HOLLAND & SAMANTHA PARTON)

The Be Good Tanyas fue un grupo fundado en Vancouver e integrado en la mayor parte de su trayectoria por tres mujeres que publicó tres álbumes entre 2001 y 2006. En ellos se entendían el folk, el country y el blues, todo armonizado delicadamente. Jolie Holland solo participó en el primer disco y emprendió después una sugerente, aunque no siempre bien digerible, carrera en solitario, mientras Samantha Parton, Frazey Ford y Trish Klein siguieron juntas y diversificaron su producción por su cuenta o en otras formaciones. Las tres (o las cuatro) Tanyas no han vuelto a grabar juntas. Holland y Parton se han unido este año en Portland para firmar con sus nombres Wildflower blues (Cinqueloil Records, 2017).

Con un ensamblaje instrumental que parece desplegar atmósferas adormecidas y un repertorio de guitarras sinuosas, las dos chicas han creado un trabajo de convivencia folk, blues y ragtime ajeno a lo convencional, que bebe de los habituales climas claustrofóbicos y indescifrables de Howe Gelb. El reposo vocal de Parton y ese aire desganado de la voz de Holland, que uno no sabe muy bien si responde a una fase etílica o a un apuro de estreñimiento, consiguen que el ronroneo del disco persista en el oyente.
 
Nota: 7,5/10