Nina
Simone se merecía un biopic, pero no uno como Nina (Cynthia Mort,
2015), uno del montón para llenar el cajón de semblanzas
cinematográficas de figuras musicales. La artista era inmensa, la
persona era compleja y desquiciante, y la película que la recuerda,
con Zoe Saldana en las carnes y la voz de Miss Simone, es mediocre.
Defiendo los enfoques
diferentes en la recreación de hechos biográficos, perspectivas que
escapen de lo convencional y de lo que está demasiado triturado. El
que adopta Nina ya está machacado: arranca desde el ocaso y
declive de la
intérprete y su relación con su asistente y posterior
representante, Clifton Henderson. A través de una entrevista que
salpica el metraje como un pegote y los últimos ocho
años de la artista,
irascible, alcoholizada, vetada y casi olvidada, el film navega por
aguas tranquilas y aburridas, con breves, pero muy esquemáticos,
viajes al pasado que supuestamente deberían definir los perfiles del
personaje: la hija abandonada, el asesinato de Martin Luther King, un
encuentro con Richard Pryor, su relación con las Panteras Negras.
Pero falta mucho por conocer (o que debería conocerse). Acaba el
film y aún se puede preguntar quien no haya sabido mucho de Nina
Simone de dónde sale su mala leche o por qué su grandeza la hizo
merecedora de ser llamada la alta
sacerdotisa del soul.
David
Oyelowo parece desganado en todo el metraje y Saldana, mal maquillada
aunque voluntariosa, cumple y
se entrega con su propia voz en cada canción,
pero en ningún momento transmite la vulnerable personalidad ni las
heridas que escondía la imagen imponente de la auténtica Nina
Simone. Flojo guión, insulsa dirección, olvidable biopic.
No hay comentarios:
Publicar un comentario