Me
entusiasma el entusiasmo ajeno cuando la música tiene la culpa. La buena, muy
buena música. Si es en vivo, mejor. En la distancia comparto esa emoción. Me
llama Luis, alegre, con el júbilo en la voz, para contarme que Bettye Lavette
ha estado sobresaliente en un teatro de Sevilla (ah, qué nostalgia, yo la
disfruté hace unos años en otro de A Coruña). Tremenda esta fiera, capaz de
estremecerte y arrancarte unas lágrimas cuando estruja su voz y expulsa
canciones ardientes, lamentos pasionales. Sus discos y sus directos son de lujo.
Regocijo. Joy.
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