Estamos en
los 70, a mitad de una década en la que la música popular se bifurca en
direcciones diversas, con desvíos hacia las vanguardias, las pistas de baile y
las nuevas olas. Hay quien apuesta por no bajarse del tren en el que ha
aprendido a masticar y digerir rock tradicional y pop fresco. En el sur de los
USA late una joven banda criada en las chupas de cuero, las motos, las historias
de calles y pandillas. Lidera un rubiales flacucho con la sonrisa torcida. Es Tom
Petty al frente de The Heartbreakers (Stan Lynch, Ron Blair, Mike Campbell y
Benmont Tench).
Cuatro
décadas y 14 discos después (otros dos firmados en solitario), emerge un poder noqueador
y sin arrugas de aquellos primeros álbumes. A Tom Petty & The Heartbreakers
(1976) y You’re gonna get it (1978) le sucedieron obras igual de buenas y
mejores donde el grupo barnizó de forma cada vez más fina su elegante
mobiliario. He vuelto estos días de cambio de aires a sentir el viento alegre de
aquella música iniciática de Petty y los suyos. Rock and roll pulcro y artesanal,
pop iluminado y vitalista. Canciones directas y adictivas en la media hora que
dura cada disco. Seguro que hubo alguno que profetizó que el tipo y su banda
serían algún día grandes. Lo son.
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