“Mi vida es mi vida”. Cuántas veces hemos dicho con estas palabras esta frase con autoritaria seguridad: déjame en paz, hago lo que quiero, a ti qué te importa, porque me da la gana, es cosa mía… Mi vida es mi vida es el título español del film Five easy pieces, dirigido por Bob Rafelson en 1970.
Ando en las páginas
de Los fabulosos años del New Hollywood, de Ángel Comas, libro al que le había echado
el ojo hace tiempo. Es un estudio certero por el cine americano que entre
finales de los años sesenta y comienzos de los ochenta realizaron un variado
grupo de cineastas (directores, guionistas, actores, técnicos) que se
desmarcaron de las costumbres imperantes en Hollywood y apostaron por otras
tendencias temáticas y estilísticas (algunos deconstruyeron géneros), por
argumentos que nadie o casi nadie tocaba (sexo, drogas, prostitución, Vietnam,
inadaptación, conflictos generacionales…), con los que retrataron las
cambiantes vaivenes de la sociedad americana y pusieron los cimientos de futuras
generaciones de personales autores. Ahí estaban Coppola, Scorsese, Hopper,
Rafelson, Eastwood, Corman, Beatty, Nicholson, De Palma, Cassavettes,
Bogdanovich, Schlesinger, Polanski, Peckinpah, Nichols… directores muchos de
ellos que iniciaron sus carreras desde actitudes de independencia y más tarde
se integraron (casi todos) en la industria sin perder sus libertades ni sus señas
de identidad.
He rescatado
estos días la película Mi vida es mi vida, quizá porque en 20 años que han
pasado desde la primera vez la había olvidado. Tenía una imagen borrosa de ella,
fría e intrascendente, y ahora se me desvela como un film desalentadoramente
triste, brillante también. Jack Nicholson interpreta a un prodigioso pianista
alejado de su familia y aburrido en un trabajo en una plataforma petrolífera, un
tipo que ha malgastado su vida en mujeres estúpidas y en borracheras. Su novia
es guapa pero tonta de remate; sus amigos son impresentables; sus
parientes, patéticos. Hastiado, inconformista, desarraigado, solo y abocado a
la incomprensión, Nicholson se rebela contra todo y huye (su vida es su vida), escapa de sí mismo en
un film que Rafelson, conciso y sin efectismos, firma deprimente y desesperanzador.
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