Desde
este ángulo en el que se ven aquellos años, recuerdas que, en
efecto, Oasis fueron durante un tiempo un espectacular fenómeno
musical que resucitó el fervor mediático y popular que décadas
antes habían provocado (pues sí) los Beatles y los Stones. Eso
muestra y repasa el documental, película o rockudrama de Mat
Whitecross Supersonic. En realidad deberíamos decir que la obra es
tan de Whitecross como de los hermanos Gallagher, productores
ejecutivos de un producto generoso en archivos documentales de los
años de la eclosión Oasis en el Reino Unido, pero decepcionante por
ególatra e incompleto.
La
agilidad de su puesta en escena, tan nerviosa que a ratos sube y baja
al espectador en
una montaña rusa, no compensa la vacía sensación que deja
haber omitido aspectos
contextuales que hubieran mejorado mucho la semblanza
(el panorama musical
británico del momento, las rivalidades internas y externas alentadas
por la prensa, el posterior declive del grupo).
Oasis (Liam y Noel,
habría que decir) se muestran como el centro de un universo en el que dejan ver y oír su álbum familiar: geniales,
divertidos, chulos, arrogantes y, desde luego, gilipollas. Que sí,
que aquellos dos primeros álbumes de mediados de los noventa fueron
la bomba y hoy siguen aún rompiendo bien, pero tíos… a mí me
falla vuestra falta de carisma.
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