Buen
rollo con Quique. Es lo que uno siente al verlo metido en sus
canciones, o arrojado a su dedicación sobre el escenario, o
respaldado por
su banda, o en la sencilla manera de pronunciar unas palabras al
público. Buen concierto de Quique González anoche en su gira con
Los Detectives de paso por la ciudad. El directo ensalza las virtudes
de los músicos de fe.
Vuelvo a creer que a Quique
(eficaz, íntimo e intenso, nada que reprochar) lo noto falto del
golpe de gracia que descubre a los autores extraordinarios, sin la
tecla que hace que te descoloques escuchando un disco o te haga volar
un rato viéndolo en vivo. No
es una mancha, en absoluto, no castiga a un tipo que sabe ser sí
mismo y de paso recordarte a Tom Petty o The Band cuando vibran
algunas de sus canciones.
Al bolo de ayer le falló solo algún bajón de ritmo, una caída menor que no estropeó las gratas sensaciones que causan los temas de su último álbum, Me mata si me necesitas, o las piezas rescatadas de Salitre. También crecieron Vidas cruzadas y Kamikazes enamorados en momentos de éxtasis.
Al bolo de ayer le falló solo algún bajón de ritmo, una caída menor que no estropeó las gratas sensaciones que causan los temas de su último álbum, Me mata si me necesitas, o las piezas rescatadas de Salitre. También crecieron Vidas cruzadas y Kamikazes enamorados en momentos de éxtasis.
Nota al margen: actuaciones
como las que pueda dar Quique González se disfrutan más en el calor
recogido de un teatro, pero esta vez nos tuvimos que conformar con el
horario serio en el que una gran discoteca se convierte en una sala
de conciertos, lo que obliga a armarse de paciencia para desviar
demasiado la cabeza y que los móviles levantados no impidan ver el
espectáculo o pedir reiteradamente silencio al público maleducado
de charla en voz alta alrededor de las barras.
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