Cumplir
25 años merece una digna reedición. Según quién seas, claro, y lo
que hubieras grabado entonces, allá por finales de 1990. En el caso
de Temple of the Dog… es que grabaron un disco que fue una
iluminación. Aquello fue un hermoso homenaje a Andrew Wood, caído a
los 24 años con la heroína en la sangre. Su amigo íntimo y
compañero de piso Chris Cornell gritaba al frente de Soundgarden y
reunió a tres colegas y a un recién conocido, Mike McCready, para
despedirse de Andy con nuevas canciones. Stone Gossard y Jeff Ament
venían de Green River y también habían conocido al fallecido en
Mother Love Bone, otra huella luminosa de la música de aquellos años
en el lluvioso Seattle del que empezaban a destaparse decenas de
bandas. Unas se apagaron pronto entre sombras o éxitos trágicos,
otras resistieron más o llegaron muy lejos. Matt Cameron, en la
batería de Soundgarden, se sentó en la del quinteto, Temple of the
Dog, al que se sumó para poner unas pocas voces un recién llegado a
la ciudad, Eddie Vedder. Y ya estaba el grupo. En London Bridge
Studios para grabar un poderoso disco que agita furia y melancolía y
la mantiene al cumplir un cuarto de siglo.
La
reedición tiene dos discos, con la grabación original, tomas
descartadas o alternativas de su repertorio y tres temas
desconocidos. Brendan O'Brien se ha encargado de mezclar ahora la
producción que en su momento cayó en manos de Rick Parashar, de
hacer su sonido más contundente. Varios años después de dedicarle
tiempo, recupero Temple of the Dog y celebro la vigencia de su
energía, el espíritu de una camaradería que en adelante dio más
placeres musicales. Y me dejo tragar por canciones como Reach down,
Pushin' forward back o Wooden Jesus que me devuelven a la juventud.
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