Las
rutas que seguimos en nuestro peregrinaje musical nos reencuentran
con músicos y bandas que dábamos por perdidos. Nunca seguimos de
cerca a algunos que
en su día
algo grato nos dijeron cuando aparecieron cabalgando
en las olas del éxito, tampoco los
echamos en falta cuando se escondieron y
del mar cayeron a la arena.
Kula Shaker vale como ejemplo. En veinte años (¡ya!) solo han
grabado
cinco discos, el quinto ahora, K 2.0 (Strangefolk, 2016), rematado en
el curso de una carrera que huye de la estabilidad pero a la que no
le afecta la dispersión del grupo. Es estimable y consistente el
nuevo álbum de los londinenses, todavía apegados al exotismo de los
sonidos indios y enraizados a la tradición rockera británica
heredada de bandas como los Small Faces. Riffs crujientes, voces
abierta, canciones libres.
Les sigue faltando una personalidad distintiva, compensada
con la virtud de no reaparecer a destiempo y, como les pasa a colegas
cercanos, sin nada que decir.
Nota:
7,5/10
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