Porque
quienes nos confesamos con un blog queremos dejar constancia de lo
que más nos conmueve a lo largo de un año en la música que
consumimos sin apenas descanso, siempre caemos en la tentación de
seleccionar entre mucho y listar poco para la posteridad.
De
lo contrario, sin blog, guardaría mis personales y bien
fundamentadas preferencias para compartirlas con mi hermano al final
del año sin llevarme las manos a la cabeza por lo desacertadas (a
veces disparatadas) que me parecen las listas que publican los medios
especializados sobre lo que consideran la mejor música de todo un
año.
Ya
he visto unas cuantas, y … Tienen cabida disparidad de géneros en
ciertos medios: todo revuelto, lo que despista por los bruscos
contrastes en la ordenación; o por separado, que aún vale, pues nos
centramos en lo que tiene presencias y esencias comunes.
Ocurre
todos los años: primero, que lo que más me gusta no entra en lo que
más gusta a esos medios, medios con los que tengo bastantes
afinidades, vaya; segundo, ¿qué coño tiene de sobresaliente o
extraordinario este o aquel álbum para entrar en lista de 10, 20, 50
o hasta 100 mejores discos del año, cuando hay discos que en los
números mensuales de la revista han contado con la misma valoración
que otros que sí están incluidos en el megalistado final?
(Kendrick
Lamar, Julia Holter, Sleater-Kinney, The Weather Station, Alabama
Shakes, Sufjan Stevens, Florence + The Machine… unos pocos ejemplos
que causan sorpresa, risa o indignación)
Uno
termina por aplaudir listas alternativas que se dejan ver por ahí y
son más divertidas, como los mejores discos que el cronista cree que
la crítica experta va a seleccionar pero él no hará, o los discos
que pudieron haber sido los mejores del año y se quedaron a mitad
del camino, o los discos que estuvieron a punto de entrar en la
quinteto o la docena ideal...).
No,
este año no habrá lista. Lo que más me ha gustado ha quedado
reseñado atrás en este espacio. El orden, es lo de menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario