Hoy ya no solemos pinchar la cara de un vinilo y darle la vuelta, pero sí lo hacíamos cuando todos éramos más inocentes, cuando Boy, War, The Joshua Tree, Achtung Baby… Qué bien sonaba, que bien suena todo aquello. La cara A de Songs of innocence (2014), hasta el quinto tema, es muy floja. La cara B, desde el sexto hasta el undécimo, es muy buena. Así que por un lado el disco, al acabar de escucharlo, te deja un buen sabor de boca; y, por otro, te da un poco de pena.
Pero estos son unos U2 desperezados,
enchufados, que suenan briosos y convencidos. El rock de la sangre aflora en el
envoltorio que comparte con el pop. El intento por volver al pasado (letras
nostálgicas y personales, ambientes retrospectivos) con las herramientas del
presente (varios productores con nombre, sonoridades contundentes y recargadas)
es loable pese a que la esencia originaria, la del siglo pasado, ya no la recuperemos.
Calma, no es necesario afilar las cuchillas.
Fueron otros momentos. Son
otros momentos. Centrémonos en la música, en la creación que tanto amamos, para
dar la bienvenida de regreso a U2. Solo música, solo estas 11 canciones (sin
futuros añadidos) que en cierto modo devuelven al grupo a su inocencia (sobre
alfombras de millones de dólares).
De la prescindible primera
mitad me quedo con el tercer corte, California, y algunos momentos del primero,
The Miracle (of Joey Ramone). Every breaking wave dice poca cosa pese a su prometedor
arranque. Song for someone y Iris (hold me close) son piezas blandas y banales.
Otra cosa es a partir de Volcano: bajos con garra, guitarras poderosas, fuerza vocal,
delicadeza climática.
Lo mejor: Cedarwood Road y
Sleep like a baby tonight y la nostalgia de la infancia, el crecimiento y el
romance con el rock. Lo peor: sonoridades de estadio, refuerzo de coros, huellas
de insignificancia reciente en los primeros temas.
No se han ido. No están
acabados. Songs of innocence es una pequeña victoria de U2 en su lucha consigo
mismos.
Nota: 7/10
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