El sexo lo ocupa todo: conversaciones, pensamientos, fantasías, sueños… publicidad, cine, ciencia, evolución, el curso de la vida… El sexo es el hilo conductor, y también una excusa, para hablar de amor, más bien de falta de amor, en la serie Masters of sex, magnífica producción del canal Showtime que vemos en España desde hace un año y cuya primera temporada (la segunda ya va avanzada) acabo de digerir.
Estamos
a mediados de los años 60. Oh oh, el sexo aún es un tema delicado, tabú de retrógrados
e hipócritas, un pecado. Michael Sheen y Lizzy Caplan (espléndidos ambos) son
un ginecólogo y una psiquiatra que en el entorno de un hospital privado y de
forma un tanto clandestina estudian el comportamiento de los humanos cuando
practican sexo a través de contactos entre parejas voluntarias y prácticas
individuales. Él es concienzudo, exigente, egoísta, desagradable, insensible,
cobarde. Ella, separada y con dos hijos a cuestas, es valiente, entregada,
comprensiva, leal, una mujer atípica, adelantada a su tiempo
En esta
serie hay mucho sexo (bien filmado, con sutilezas y sin zafiedades) y muy poco
amor (mostrado a distancia y fríamente). Sí hay afecto, necesidad, aprecio,
necesidad, cariño, pero los personajes no se aman demasiado en realidad. Buscan
respuestas, estabilidad y comprensión, en el fondo ese amor ausente que no se
atreven a pedir o a ofrecer con libertad. En el primer capítulo ocurre de todo,
da para una película; después la trama se va dilatando, abriendo vías sugerentes
sin perder un gramo de intriga, emoción, elegancia. Como debe ser el sexo.
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