Fascinan ciertos mitos místicos de la cultura pop y el ‘animalario’ rock: músicos fracasados, autores malditos o personajes marginales olvidados en vida y resucitados post mortem o desde el más cruel de los olvidos. Tres ejemplos dispares: Peter Green, Rodríguez, Daniel Johnston. Sus biografías, en algunos casos, tienen más valor que su legado musical. Nick Drake, del que se cumplen 40 años de su suicidio, entra en este grupo. Depresivo, misterioso, sensible, fatalista, incomprendido. A día de hoy sus canciones siguen sin cautivarme tanto como el enigma de su personalidad o las razones que le llevaron a borrarse del mundo.
Pero hay excepciones: Northern sky es un bonito tema, una postal sonora que nos mueve a prados mojados por el rocío, bosques donde el silencio es la conquista que nos hermana con la naturaleza.
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